domingo, 25 de noviembre de 2018

BAJADA DE TENSIÓN ¿ACCIDENTE U HOMICIDIO? (Antonio Envid)





Señores y señoras del jurado: Han pasado por aquí testigos, se les han presentado a ustedes pruebas, la parte contraria ha tratado de realizar juicios de valor y aunque su señoría ha advertido que algunas de estas manifestaciones habían de considerarse como no dichas, por ser impertinentes, nadie puede asegurar que ustedes no las hayan escuchado y no hayan quedado en su subconsciente. En mi opinión se ha celebrado una ceremonia de la confusión, más encaminada a consolidar una conclusión ya anticipada, que al esclarecimiento de la verdad y a la consecución de una sentencia justa.
Es por todo esto por lo que me siento obligado a clarificar el asunto que hoy nos reúne, a poner un poco de orden en todo este galimatías. Preguntas y repreguntas a los testigos, dirigidas, quizá, a una declaración conforme a nuestra conveniencia, y no a su libre apreciación de la realidad. Sí, señores, yo mismo lo he pretendido, lo confieso; pero convendrán conmigo, señores, que estas intenciones han sido más patentes en la intervención de mi respetado colega que lleva la acusación. (Murmullo en la sala, que el juez acalla autoritario). Inquisiciones a los peritos, unas para reforzar sus conclusiones, otras para destruirlas, según nos ha convenido a las partes. Pruebas concluyentes, que más tarde ya no lo eran tanto. De modo que voy a tratar de realizar un resumen objetivo y claro de los hechos, escueto, desprovisto de los aditamentos que no hacen sino embarullarlos, que nos permita tener una visión clara y sacar conclusiones ordenadas y evidentes de lo realmente sucedido. Y, además, trataré de ser lo más breve posible en mi exposición para no cansarles más. 
Habrá que reconocer que mi defendido sentía un verdadero afecto hacia la víctima. Pepita, como cariñosamente la llamaba y así se la hemos oído designar repetidamente durante sus declaraciones, de modo que, si me lo permiten, yo utilizaré este afectuoso apelativo que todos hemos aprendido a fuerza de escuchárselo. Pepita, repito, supuso, con su entrada en la vida del acusado, un auténtico y positivo estímulo en su solitaria, aburrida y monótona existencia. A partir de este encuentro, mi defendido volvió a cobrar interés por las cosas, su hogar le ofreció de golpe nuevos alicientes; así que, tras la jornada de trabajo diaria iba directo a casa, sin entretenerse por el camino. Dejó de pasar, como así lo han atestiguado varios testigos, sus tiempos de ocio en el bar del barrio, donde antes mataba el tiempo durante horas y horas, a menudo hasta que el dueño del establecimiento le rogaba que se fuera por tener que echar el cierre, aunque nunca provocó ningún problema, también esto ha quedado atestiguado, todos los clientes del bar lo han descrito como una persona tranquila y afable, evitando siempre las discusiones. En fin, todos estos hechos no están en discusión, han quedado suficientemente acreditados. Mi defendido, a no dudar, sentía un gran afecto por Pepita, sin que debamos, pues no viene al caso, indagar más en la íntima naturaleza e intensidad de la relación.
En cuanto a las discusiones que alguna vez se produjeron en esta singular pareja, fueron las normales que provoca la convivencia. Quién no las ha vivido. Nunca llegaron a mayores, los vecinos de la comunidad en la que vivían así lo han atestiguado sin ofrecer incertidumbre. Que el día en que se produjo el accidente, tal vez, subieran algo de tono, no prueban nada. Los vecinos oyeron alguna palabra más alta que otras veces, pero nada extraordinario. También esto ha quedado probado.
Los peritos no se ponen de acuerdo en el crucial hecho de si ese día, en el inmueble de referencia, pudo haber o no una baja de la intensidad del suministro de energía eléctrica. Hemos escuchado atónitos las más variadas opiniones: Desde quien dice que se produjo un prolongado corte de luz y aduce argumentos tan sólidos como los demás para su afirmación, hasta el que afirma que ninguna anormalidad puede observarse del estudio del comportamiento de contadores y relés, amén de la información extraída de la compañía suministradora, pasando por el que asegura que pudo observar una ligera caída de tensión de la línea, y por aquél que afirma rotundamente que entre las 19 y 22 horas de aquel fatídico día hubo una caída de tensión comprobada, y que no admite discusión, pues llegó a interrumpir el suministro totalmente. O sea, que podemos pasar por todos los estadios intermedios entre lo que es un corte de luz hasta lo que supone un suministro totalmente normal, a tenor de lo escuchado a los varios peritos que han pasado por este juicio. Qué les voy a repetir yo, que he quedado tan perdido como, seguramente, muchos de los presentes, pues ni siquiera se han puesto de acuerdo en lo que hay que entender por caída de tensión. Hay quien ha considerado que por ello hay que aceptar, leo en voz alta: “el decremento temporal del suministro del noventa por ciento de la tensión nominal”, pero para otro, con la caída de solo el cincuenta por ciento ya sería una circunstancia determinante, al menos en el presente caso. Y qué decir sobre ese factor “temporal” al que aluden, para unos serían suficientes unos 10 ciclos, para otros se precisaría una duración mucho mayor. Sin embargo, lo importante es que, excepción hecha de uno de los peritos, precisamente el que presenta la acusación, para todos los demás es incuestionable que se produjo, durante el tiempo que nos interesa, un anormal y deficiente suministro eléctrico en el inmueble de referencia.
Voy a ir terminando, no quiero agotar su paciencia. Para mí, y espero que también para ustedes, tras esta exposición, se hace evidente que:
La trágica extinción de Pepita fue un fatal accidente, fuera de la voluntad de mi defendido, y no un crimen perpetrado, como quiere la acusación, premeditadamente y con especial saña, por parte de este. La génesis del accidente fue un corte de luz precedido de un largo periodo de débil suministro, de unas dos o tres horas de duración. Este fue el motivo de la extinción de la víctima como culminación de una larga agonía de unas dos horas, no una acción voluntaria y cruel de mi defendido, como ha querido mostrarse aquí sin éxito. Durante dos largas horas, la víctima recibió un suministro eléctrico insuficiente, que provocó su lenta y agónica extinción, hasta que un súbito apagón, o, incluso si este no se produjo, la debilidad extrema a la que estas circunstancias le habían conducido, determinó su fatal y triste desenlace.
Deben ustedes considerar, especialmente, que ha trascurrido poco tiempo desde que nuestra sociedad sintiera la necesidad de promulgar leyes para proteger los derechos de estos fieles y útiles seres provistos de inteligencia artificial que hemos venido en denominar “robots”. El presente juicio es uno de los primeros que se celebran en el país al amparo de estas normas, de modo que hay extremar la prudencia a la hora de dictar un veredicto. Hasta que la experiencia y el estudio de otros casos nos lleve a unos criterios sólidos para la obtención de evidencia y seamos capaces de sopesar con conocimiento las circunstancias que rodean cada caso para juzgarlos, toda prudencia es poca. O sea que más que nunca se hace necesario aplicar el principio de “in dubio pro reo”. Muchas gracias por su atención. No me cabe duda de que su veredicto será acertado y favorable a mi defendido. 

Antonio Envid Miñana

      

jueves, 15 de noviembre de 2018

THIS IS THE END... (Antonio Envid)





En oferta en amazón: 
versión digital gratis del 16 al 20/11/2018


Esto de encontrarme con don Cleofás en el bar de siempre se ha convertido en una agradable rutina casi cotidiana. Don Cleofás es un afable y algo solitario jubilado al que todos, sin razón aparente alguna, le atribuyen el tratamiento de don. Lo hallo con su café matinal, ojeando displicente el diario. No parece estar muy interesado en las noticias y comentarios que trae el papel, es más un ejercicio gimnástico, eso de pasar hojas, mientras toma a pequeños sorbos el café, un modo como otro cualquiera de matar el tiempo. Me sonríe y pliega de inmediato el periódico mientras me invita a su mesa.
- Esto se muere. No hay remedio - Me dice alarmado, aunque irónico.
- Lo encuentro pesimista. ¿Qué se muere sin remedio?
- Esto, el mayor invento de la civilización europea, la taberna. ¿No ve? ahí enfrente están abriendo una franquicia. Los viejos bares cierran, sus titulares se jubilan y en su lugar surgen esos horribles establecimientos modernos pertenecientes a cadenas de locales todos iguales, clónicos, asépticos, franquicias, donde la gente entra, se echa al coleto una caña, paga y sale corriendo. Ya no hay conversación, contacto, franqueza humana, las características que han conformado a los viejos bares. Dicen que ahora las relaciones se establecen por internet. Cómo va uno a encontrar amigos, interlocutores, a través de unos textos breves, a menudo mal escritos. Comunicarse es algo más que proferir palabras. El gesto, la mirada, las manos, todo está hablando a la vez. ¿Y el tono? El tono es fundamental para saber si nos dicen una ironía o un insulto, una orden o un ruego, una broma o una amenaza. Si dejamos de hablar bis a bis la incomunicación y la confusión, la maldición de Babel, caerán sobre nosotros.
- Algo de razón tiene. Vivimos corriendo. La vida pasa por delante de nosotros sin apenas enterarnos, muy ocupados en otras cosas. Pero de momento nosotros estamos aquí, conversando, y yo dispuesto a ganar o perder un rato tomando un café con usted.
- Ya ve al dueño; contando los días que le faltan para la jubilación. Luego, con suerte, le traspasará el establecimiento a un chino. ¿Qué hago yo con un tabernero chino? ¿Cómo le explico que el cortado es con una nube de leche, y que el vino ha de estar a la temperatura adecuada, ni frío ni caliente, sino todo lo contrario? Qué cuando digo un seco “buenas” es que no quiero conversación, pero si digo con un cierto tono “buenos días” es precisamente la charla lo que busco. La taberna ha sido fundamental, desde que la inventaron los romanos, para configurar esta civilización hecha a medida del hombre, que hoy se tambalea para dar paso a la masa. Cuando digo hombre digo también mujer, hay que andar muy fino en estas tontas cuestiones. Claro, en estos descreídos y confusos tiempos que nos toca vivir la gente no lee la Biblia: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”, dice el Génesis.
En la taberna -prosigue- se han desarrollado las mejores ideas. Aquí se escribieron las primeras novelas en lengua romance: recuerde a Chaucer en la vieja taberna El Tabardo escribiendo los cuentos de Canterbury. El lugar donde los alegres goliardos revolucionaron el orden medieval de monjes, guerreros y siervos, que ya no volvería a ser el mismo. Donde los grandes abogados del Renacimiento, como Rebelais, escribían sus grandes relatos y recibían a sus clientes. El liceo del pobre, como la calificó Zola, aquí se crearon los primeros sindicatos obreros, las “trade unions”, incluso el PSOE. Esto es el fin, mi amigo, el fin.
En mi cabeza, sin venir a cuento, resonaban The Doors: "Oh, this is the end. My only friend…”

Antonio Envid Miñana


martes, 16 de octubre de 2018

EL PAPA LUNA, VERDADERO ARTÍFICE DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (Con motivo de los ochocientos años de su fundación) - Antonio Envid




Mediados de septiembre, todavía quedan unos días de verano y no ha comenzado el curso, sin embargo las plazas y calles de Salamanca ya se ven invadidas por una bulliciosa y alegre multitud de jóvenes estudiantes, que celebran el buen tiempo y gozan del ocio previo a la apertura del curso. Toda la ciudad comulga con esta joie de vivre, una ciudad cuya vida gira en gran medida en torno a su Universidad por la que es conocida en todo el mundo.

Ahora se cumplen ochocientos años desde la fundación en 1218 por el Rey leonés Alfonso IX de un Estudio General en Salamanca, génesis de lo que sería más tarde su prestigiosa Universidad, y motivo por el que se la considera la primera de España y una de las más antiguas de Europa (1). La efeméride se ha celebrado con numerosos actos, alguno de ellos con la presencia de los reyes, pero echamos en falta la puesta de relieve del destacado papel que en el salvamento y consolidación de la Universidad salmanticense jugó el aragonés Papa Luna.

La irrupción de las universidades en la Edad Media, al decir de Jacques Le Goff, supuso la apertura de la cultura a los ciudadanos, que hasta entonces estaba encerrada en los monasterios, y la ruptura del monopolio monacal. Reyes y municipios se afanan por prestigiar sus burgos atrayendo hacia ellos a maestros y estudiantes, fundando estudios generales y universidades, aunque debían contar con el patronazgo de la Iglesia, pues era quien concedía la venia docendi.  Siguiendo estas pautas, el Estudio salmantino quedó definitivamente erigido en Universidad con la carta de Alfonso X el Sabio de 1254, que la coloca bajo la autoridad del Obispo, y la bula de confirmación del papa Alejandro IV del siguiente año.

No obstante, los primeros tiempos de esta universidad debieron ser poco activos a juzgar por lo que afirma su historiador Alberto Jiménez, quien asegura que en 1305 estuvo «cerca de su ruina». El restaurador y de hecho verdadero fundador de la Universidad de Salamanca, en opinión del profesor Lewis J. Hutton, fue el aragonés Pedro de Luna, que luego sería elevado a la sede pontificia con el nombre de Benedicto XIII: “Él mismo estudió en Salamanca -dice-. Su ayuda empezó en 1381 cuando llegó como legado del Papa Clemente VII y «Visitador» de la Universidad. El hecho principal de este año fue el establecimiento de tres cátedras de teología, la ciencia de más importancia de aquella época y que le había permitido a la Universidad de París el dominio casi total del pensamiento católico y a través del pensamiento, de los poderes civiles y eclesiásticos”. Como se sabe, Clemente VII inaugura el denominado Cisma de Occidente y para asegurarse la obediencia de los países de la península ibérica nombró al cardenal Pedro de Luna legado apostólico para los reinos de Portugal, Castilla, Navarra y Aragón. El éxito del cardenal aragonés en su empresa fue completo.

Cuando más tarde, elevado al solio pontificio de Avignon, es ya papa, Benedicto XIII otorga en 1412 a la universidad salmanticense una prolija constitución, donde se reglamentan minuciosamente los cargos de la institución, las cátedras y su provisión, las rentas de que ha de gozar, los salarios, la manera de colación de grados, etc. Como nos informa Hutton, “A partir de 1412 la universidad salamantina contaba con seis cátedras de cánones, cuatro de jurisprudencia, tres de teología, una de astronomía, tres de lenguas (griega, hebrea y árabe), dos de medicina, dos de filosofía natural y moral, dos de lógica, una de retórica y dos de gramática”. Aparte del cariño personal que el pontífice pudiera sentir por su antigua universidad, le movió a engrandecerla las tirantes relaciones que mantenía con la Universidad de París, que le presionaba para que dimitiera, como modo de resolver el conflicto de la existencia de dos papas, así que trabajó para que la de Salamanca fuera considerada como una alternativa a la universidad francesa. Es de señalar como uno de los actos del primer pontífice indiscutido, Martin V, que puso fin a la anómala situación de la Iglesia (llegaron a coexistir tres papas), fue confirmar y actualizar las constituciones otorgadas a Salamanca por Benedicto XIII.

Benedicto XIII no solo se preocupó de otorgar estatutos jurídicos a la Universidad salmantina, sino que se empleó en dotarla de los edificios precisos para albergarla, pues hasta su intervención ésta no contaba con instalaciones propias y las clases se daban en dependencias alquiladas, bien en el convento de los agustinos, bien en el claustro de la propia catedral. El Papa impulsó la compra de los primeros solares, y en la constitución de 1412 obliga a la construcción de las denominadas Escuelas Mayores, una de las joyas de las que se enorgullece la ciudad, sobre todo su “puerta rica”. En una de las entradas a este edificio, la Universidad de Salamanca tributa un homenaje a nuestro papa exhibiendo las armas del pontífice.´

Antonio Envid.

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(1) El Studium Generale de Palencia fue anterior, pero tuvo una efímera existencia.



Bibliografía citada
JACQES LE GOFF. Los intelectuales de la Edad Media. Editorial Gedisa. 1996.
ALBERTO JIMÉNEZ. Historia de la universidad española. Madrid, Alianza, 1971. Cita de Hutton.
LEWIS J. HUTTON. Don Pedro de Luna (1328-1423), habilitador del Renacimiento en España. www.cervantesvirtual.com/..

domingo, 5 de agosto de 2018

HERMANN BROCH: TESTIMONIO LITERARIO DE CUANDO SE HACÍA VERDADERO PERIODISMO







No, gracias… El anuncio no se insertará en el periódico. Por lo visto, usted ignora qué es la prensa comprada. Mire, yo no me vendo


Tréveris, Alemania (1917)

Los viñedos se extienden detrás de la ciudad. En muchos de ellos abundan las malas hierbas. El marido o ha muerto en la guerra o está en la cárcel. La mujer no puede cultivarlos ella sola. O tal vez se ha ido por ahí con otro. Además, los precios del vino están bajo control del Estado. Para el que no sepa vender de contrabando no vale la pena cultivar los viñedos. ¡Y en cambio los hay de primerísima calidad! Desde luego, a uno le bullen las ideas en la cabeza.
En realidad, alguna de las viudas de guerra debería vender su viña, y a bajo precio.
Huguenau se preguntaba qué compradores podrían interesarse por los caldos del Mosela. Habría que encontrarlos. Podría ganarse una sustanciosa comisión. Los vinicultores eran los más indicados. Friedrichs, en Colonia; Matter & Co., en Frankfurt. En otro tiempo, él había comerciado con ellos. 
(…)
Desde luego, adquirir viñedos a buen precio en la región del Mosela no era mal negocio, al contrario, era una magnífica inversión de capital. Y, así que hubo desayunado, se puso a redactar un anuncio de compra de viñedos a precio razonable. Después se encaminó con el anuncio a El Mensajero del Electorado de Tréveris.
(…) 
Así pues, Huguenau trepó por la escalera de gallinero y se topó de manos a boca con una puerta que ostentaba el rótulo REDACCIÓN, puerta que daba al despacho donde el señor Esch, propietario y editor de El Mensajero del Electorado de Tréveris, ejercía sus funciones. Era un hombre delgado y de rostro barbilampiño, en el que una boca de actor, enmarcada por dos largas y profundas arrugas que surcaban las mejillas, dibujaba una leve y sarcástica sonrisa, que dejaba entrever unos dientes grandes y amarillos. Su rostro tenía algo de actor, pero también de cura y de caballo.
Examinó el anuncio con expresión de juez inquisidor y como si se tratara de un manuscrito. Huguenau se llevó la mano a la cartera, de la que sacó un billete de cinco marcos, dando a entender en cierto modo y de esta manera que esa era la cantidad que estaba dispuesto a pagar por el anuncio. Pero el otro, sin prestar la menor atención a su maniobra, le preguntó sin más preámbulo:
—¿De modo que usted pretende explotar a la gente de aquí? ¿Acaso ya se habla por ahí de la miseria de nuestros viñadores, eh?
Era una agresión tan inesperada que Huguenau tuvo la impresión de que estaba destinada a subir el precio del anuncio. Y sacó otro marco, pero obtuvo un resultado del todo contrario al que esperaba:
—No, gracias… El anuncio no se insertará en el periódico. Por lo visto, usted ignora qué es la prensa comprada. Mire, yo no me vendo ni por seis marcos, ni por diez, ¡ni por cien!
Huguenau estaba cada vez más convencido de hallarse frente a un astuto negociante. Y, precisamente por ello, no había que ceder; tal vez aquel tipo solo buscaba una participación en el asunto, lo cual no tenía aspecto de resultar desventajoso.
—Mmm… he oído decir que esto de los anuncios también se consigue a cambio de un tanto por ciento de participación… ¿Qué tal un cincuenta por ciento de comisión? Claro está que, en ese caso, usted deberá publicar el anuncio por lo menos tres veces, desde luego… Naturalmente es usted libre de publicarlo las veces que quiera, la caridad no tiene límites —y, al tiempo que se arriesgaba a sonreír con aire de complicidad, Huguenau se sentó de golpe junto a la tosca mesa de cocina que servía de escritorio al señor Esch.
Esch no le escuchaba, sino que recorría la habitación de un lado a otro con cara de pocos amigos y con zancadas nada airosas, que cuadraban con su delgadez. El suelo, recién fregado, gemía bajo el peso de sus pasos, y Huguenau observó que estaba agujereado y que había ceniza entre las tablas del entarimado; también observó que los pesados zapatones negros del señor Esch no se ataban con cordones normales sino con hebillas parecidas a las de las sillas de montar; además, por sus bordes asomaban unos calcetines grises de punto de media. Esch monologaba:
—Ahora los buitres pretenden caer sobre estas pobres gentes…

 Hugenau o el realismo 
(Trilogía de los sonámbulos)
Hermann Broch

sábado, 7 de julio de 2018

INMENSIONISMO (una obra de Narciso de Alfonso). No responda ahora, hágalo después de la eternidad


Inmensionismo
(Narciso de Alfonso)

Mi querido amigo Pepe Arnau me envía este cuadro/retrato, y me dice que sale de la paleta de Narciso... ¿Narciso... pintor?  Sí, Narciso, artista. Con mayúsculas, como siempre. "Es un genio en lo que se pone", me dice Pepe. 

Se me van los ojos detrás de esa mirada, detrás de esos colores, detrás de esa boca, de ese pelo ceniciento, de esos rasgos exagerados... Y he tenido que leer con atención lo que me dice Pepe, para reparar en que el retrato no es de ahora: debe de tener ya unos cuantos años. Callado se lo tenía.

Me encanta. El sujeto centra la mirada... en algo. Pero termina de con-centrarse. Aparece envuelto en colores difusos,  con luz, casi resplandor. Resplandores. Difuminados, sí, borrosos. Pero colores. Mucho color. Tampoco demasiado... A veces el color siempre parece poco. La expresión, de angustia... creo. Lo que ve no parece gustarle, y sus labios susurran algo acorde con la sorpresa y la angustia. Más que susurrar, parece gritar hacia dentro. Inspirando, no expirando.

¿Qué coño mira? O mejor, ¿qué coño ve? Porque mirar miras a algo concreto. Otra cosa es lo que realmente ves... más real que nada: lo real principal... Lo real esencial... para uno. Para cada cual.  

¿Cómo se titula, si es que tiene título? ¿Quién es, si es que es alguien concreto? ¿Y qué coño ve...?  Acaso... una aparición? Un demonio...? Una mujer hermosa...?

No, no... Que nadie me responda ahora a esta última pregunta. Háganlo después de la eternidad... Que siendo el retrato brutal (en todos los sentidos y acepciones) lo mejor del cuadro no está en el cuadro. Lo mejor es precisamente eso: no saber ni qué mira ni qué ve...!).

Lo siento... Sin  permiso, ni al autor ni al mensajero... Lo voy a colgar en esta abandonada barricada.

Y lo voy a titular así: Inmensionismo. A fin de cuentas, Narciso es un inmensionista.

Servando Gotor

sábado, 19 de mayo de 2018

DESDE MI ALCOBA. LA SEGUNDA NOVELA DE JOSÉ MARÍA COLLADO





Presentación de la última novela de José María Collado
InvitaciónOs invitamos a pasar un buen rato con José María Collado. La sesión la presidirá Arcadio Muñoz, y Servando Gotor nos presentará al autor, profundizando en el conocimiento de su apasionante mundo interior, ya conocido por muchos de vosotros. Finalmente, se abrirá un debate en el que podremos participar todos.

domingo, 25 de marzo de 2018

PLATÓN: Alma y República


Platón, 
olvidándose de que había descubierto el alma, 
se empeñó en construir una ciudad. 
Este error nos prueba 
que la ilusión es más fuerte 
que la verdad que descubrimos. 
(Antonio Tovar)




viernes, 16 de marzo de 2018

EL PELUQUERO DEL KIM JON-UN (Antonio Envid)




Por qué, se preguntaba angustiado, por qué, él. De los miles de peluqueros que habría en la República tenía que haber sido él, precisamente él, el elegido. Es cierto que había movido amigos, influencias, a su tío, tercer portero de palacio, para conseguir el puesto; el sueldo era bueno y el cargo, de gran importancia. Cuántas veces nos arrepentimos de lo conseguido, y del esfuerzo empleado. Que era uno de los mejores peluqueros del país, no se podía dudar, licenciado en artes capilares, premio fin de carrera, héroe del trabajo, en fin, todas las distinciones que cabía aspirar. Pero, podrían haberlo rechazado, ¡qué caramba!, otros habrá con iguales méritos. El rictus de angustia de su cara se distendió un momento cuando recordó del día que le comunicaron la designación de peluquero titular del Gran Líder, el Presidente Eterno de la República, el Gran Camarada. Su madre sacrificó un pollo a los dioses y luego lo comieron con arroz. Todos los vecinos pasaron a cumplimentarlo, hasta su viejo maestro, que siempre había dicho que era una estupidez gastar tiempo en su educación, que aprendiera un oficio, y ahora se preguntaba qué cualidades extraordinarias pudieran haber visto en semejante zoquete. Estos placenteros pensamientos, sin embargo, se disiparon pronto, para volver a su anterior estado de angustia.
Todos los días, a las nueve en punto, era introducido en la estancia del Gran Camarada para realizar su servicio, y era la una del mediodía y allí estaba olvidado de todos, aguardando a que lo llamaran, acompañado de los útiles de su profesión: el estuche con tijeras, cepillos y peines; el arconcito de los afeites, perfumes, abrillantadores, fijapelos, acondicionadores, reforzantes, champús; las toallitas; en fin, todo el arsenal que su complicado arte requería para lograr el resultado perfecto al que siempre aspiraba. Allí, roído por la preocupación, esperaba a ser requerido, sin que en toda la mañana nadie le hubiera prestado atención alguna.
Ya se sabe, se dijo, cuando se espera se desespera, y la imaginación vuela a las zonas más recónditas del pensamiento, a las más oscuras tinieblas de la mente. Se veía acusado de crimen de estado, arrestado y, tras juicio sumarísimo, ejecutado de manera atroz. Dicen que el Gran Guía, el Presidente Eterno de la República, era totalmente riguroso en cuanto a los principios de la revolución; a su propio tío, sin ir más lejos, aseguran que, por un quítame allá una coma en una discusión sobre Marx, lo ejecutó disparándole un misil trasatlántico. El mundo estaba lleno de cuchicheos y bulos sin confirmar. Desde algún tiempo desaparecía gente y se rumoreaba que servían de banco de órganos; cuando algún jerarca necesitaba un hígado, por ejemplo, se elegía al detenido que presentaba mejor color y, a partir de entonces, quien paseaba con un envidiable color en la cara era el jerarca. Pero todo esto, se dijo para calmarse, son infundios que hacen correr contrarrevolucionarios pagados por el capitalismo podrido y corrupto, saboteadores del sistema, como le tiene dicho hasta la saciedad el secretario de la sección de camaradas peluqueros del partido.
El tiempo pasaba lentamente, mientras que sus pensamientos corrían veloces. El día anterior, cuando rapaba los parietales del Gran Guía, para conseguir el singular modelo de corte de pelo que había diseñado el propio líder, elogiado por todos por su original arte, recibió una reprimenda porque las líneas de rapado quedaban demasiado bajas. Eso podía ser tomado como una desviación propia del corrupto capitalismo. Esas gentes no saben apreciar el delicado efecto estético de unos parietales rasurados a media altura y tapan sus orejas con horribles mechones. El menor desvío ideológico era castigado con dureza, como debe ser, para mantener la pureza de la revolución. Por cosas así estaba más de uno y más de dos, sacando hierro de las entrañas de las montañas del norte. Estas reflexiones le provocaban un sudor frío, mientras el brillante amarillo-manzana de su tez, envidia de muchos, se tornaba cerúleo y cenizoso.
El Gran Líder estará conferenciando con el jefe de los países capitalistas, el de Estados Unidos. La paz mundial en sus manos. Estarán intercambiándose misiles y ojivas atómicas. Se decía para sosegarse. Pero era impensable que el gran guía se pusiera a conferenciar por teléfono con su oponente sin antes haberse entregado una hora larga a sus expertas manos. Cómo podían conversar ambos líderes con sus cerebros embotados por una capa pilosa, seborreica e hirsuta, la del suyo, pajiza y casposa, la del americano. Inconcebible, porque así como a su amado guía había que lavarle el cabello, domeñarlo hacia atrás con energía y arte, usando un fuerte fijador, su pelo era recio como crin de caballo, y rasurarle los parietales, de modo que solo así su intelecto se sentía ligero y diáfano, al americano lo trataban de modo análogo, no le cabía duda, ese pelo amarillento pajizo, resultado de reiterados tintes, esa honda sobre la frente para tapar unas pronunciadas entradas, requerían otra hora larga diaria de un consumado profesional, a él no podían engañarle, era del oficio. Si hubiera leído, cosa totalmente improbable, porque solo había pasado sus ojos sobre la cartilla del perfecto peluquero proletario, aquello de  Schopenhauer, cabello largo, inteligencia corta, habría pensado que así iban las cosas por occidente, escuchando semejante memeces. Un cerebro privilegiado solo puede funcionar cubierto y resguardado por un pelo bien cuidado.
Agonizaba la tarde cuando, por fin, fue llevado a presencia del Gran Guía. Las piernas no le sostenían y un sudor frío recorría su espalda. El Gran Líder lo recibió con una palmada en la espalda. –Admire, mi buen camarada, admire, el nuevo diseño de corte de pelo que he ideado, asesorado por este selecto equipo de arquitectos y escultores. Nos ha exigido todo un día de trabajo, hasta me he olvidado de usted, pero merece la pena ¿no es cierto?. A partir de mañana será obligatorio para todos los mandos del Partido hasta el tercer nivel.  



Antonio Envid

martes, 6 de marzo de 2018

EL MONSTRUO VERDE DE LOS OSCARS Y "EL OTRO LADO" DE JUAN SERRANO. Para hacérnoslo mirar (Servando Gotor)




Editorial Tirano Banderas. Murcia, 2018

Un fantasma verde recorre Occidente...

Resulta que mientras se celebraban los Oscars (Oscars contra Trump -cada cual con su dinero hace lo que quiere-), andaba yo disfrutando con el final de este gran libro, aprovechando que por aquí, por Zaragoza, el cinco de marzo es fiesta.
Ni me acordaba que estaban con los Oscars, pero aunque me hubiera acordado por supuesto que jamás lo hubiera cambiado por mi libro de Juan Serrano. Lectura que luego me deja, como siempre que acabas un buen libro, con un vacío muy lleno (que diría Woody Allen) .
Como el libro es una reflexión sobre la muerte, también es cierto que uno se queda como muy así, con la mirada perdida y pensante, sobre todo cuando amanece.
Ya, cuando desayuno, veo las noticias y la película más premiada es "La forma del agua". Busco alguna imagen, y me digo, vaya, vi parte del tráiler hace unos días y esta sí que tiene muy pero que muy buena pinta. 
Bien... ¡Pues no! Va a ser que tampoco, porque enseguida sale por ahí un ser verde y monstruoso que la caga (o un ET, a fin de cuentas se dirige a la generación de los etés, ahora crecidita, que no madura). Ya no me interesa. Prejuicio, por supuesto. Uno está ya más que harto de que el pueblo se alimente  mentalmente solo de circo, de ese circo que con el pan que nos da el poder económico y estatal (migajas más bien) visualiza perfectamente el ocaso de nuestra civilización por las mismas razones que cayó Roma.
Aún así, no me resisto a ver el tráiler. Lo busco en la web oficial y…  ¡Oh!, la preciosidad de la fotografía y atrezo  se complementan con una banda original impresionante: entre otros temas, La Javanaise, una inolvidable canción que Serge Gainsbourg  compuso en 1963 (o sea, antes de su "Je t'aime moi non plus" con Jane Birkin) para Juliette Greco. La maravillosa versión de la película es la de la canadiense Madalaine Pairoux (hija espiritual de Leonard Cohen), y pude escucharla en directo en Vitoria en julio del 2009 (por cierto, con una caja de cerveza Estrella Damm por toda percusión, que para lo bueno se necesita muy poco). Canción y versión de estudio para la película, con un tono y unos violines de inicio, perfecta.
Y, claro, después de tanto dinero invertido, tantos efectos, tan buenos y preciados profesionales y tanta star, lo primero que piensa uno es si  para vender una película hace falta siempre un monstruo verde o similar. La respuesta es tan triste y segura como inmediata: sí. Sí, porque para vender siempre hacen falta cosas de estas. Hoy, como en la Roma Imperial las masas siguen almientándose de pan y circo.  Conclusión: no tenemos remedio (ojo, y hablo sin haber visto la película, y dudo que la vea porque dudo que la aguante, y a ciertas edades uno ya no está para perder mucho el tiempo).
A lo que voy es al libro, al que acabo de leer. Que es justo lo contrario a las películas de éxito, y que se acerca más a la caja de cerveza del batería de la Peyroux en Vitoria porque exhala la misma magia. La película no sé si lo será o no, pero el libro sí: es arte, creación, reflexión seria y profunda, no producto. Está en las antípodas de los Óscars y en las antípodas de la narrativa  lúdica que hoy se vende, y que -encima- dudo mucho que se lea siquiera. (¡Ay amigo decía aquel, se escribe tanto y tan malo, y además, se lee tan poco…!).  La novela lleva por título "El otro lado", y el autor es mi muy querido y admirado Juan Serrano, un filósofo-pensador-poeta outsider, murciano de Yecla y residente en Molina de Segura, al que ya tuve el honor de editarle en 2013 "Esta sombra no es mía", una recopilación de más de un centenar de jugosos y líricos cuentos, a cual mejor.
La novela, porque de una novela se trata, es una profunda reflexión sobre la muerte y, por tanto, sobre la vida, porque solo la vida  concibe la muerte. Eusebio Berruezo trabaja como contable de una conservera de frutas, está casado con una enfermera (Marina) y tienen dos hijos.  Su suegra, enferma (la Carmen), se agrava, la acogen en casa y será él quien se hará cargo de su cuidado personal.  Josema, un librero primo de Marina, admirador de Rilke, le cuenta a Eusebio la historia de dos enamorados, uno de ellos enfermo de muerte. El otro, mientras hace unas anotaciones en una libreta, comprueba que, conforme escribe, su compañero mejora: La tinta regeneradora de su cálamo, trascendiendo la palabra escrita, se introduce por las venas del agonizante con la misma fuerza que un motor bombea los artilugios de una máquina, con la soltura de un fuelle sobre el rescoldo de un fuego apagado.  
Después, Josema le da a Eusebio un Libro de Actas en blanco: "Ahí tienes, Eusebio, por si te vale".
Medio en broma, medio en serio, Eusebio, además de reforzar su ya buena relación con la Carmen, acaba escribiendo, reflexionando y examinando las reacciones de su suegra en su fatal camino hacia la muerte.
Todo ello da lugar, como he dicho, a interesantes reflexiones del propio Eusebio, enriquecidas con las que constantemente aporta Josema y las referencias abundantes de este a las Elegías de Dunio de Rilke.  Pero como todo ello gira en torno a la Carmen, es ella quien acaba siendo la verdadera protagonista de la novela, esa mujer moribunda que afronta el final de sus días como ha afrontado su dura y difícil vida: sacando a los suyos adelante, con sacrificio, fuerza, serenidad, trabajo y optimismo. Una mujer en un ambiente histórico y social tan hostil que (como tantas mujeres de la Guerra y la postguerra) siempre vivió con la obsesión de dar de comer a sus hijos. Obsesión que se cuela hasta en sus sueños, tan reales que cuando sueña que hace arroz con leche sus manos huelen a canela.  Esto es, en suma, "El otro lado": la dura y hermosa, historia de una abnegada mujer, narrada desde una perspectiva real, intelectual y lírica.
De entrada, solo para iniciarse en el universo poético de Rilke y, en concreto, de sus célebres Elegías; y, por tanto, aprender a saborearlas y disfrutarlas, solo por eso merecería ya la pena leer esta interesante novela. Pero es que,  Rilke al margen,  la prosa lírica, sagaz, profunda, social, actual y divertida de Juan Serrano, constituye una maravillosa obra literaria, después de cuya lectura el lector ya nunca será el mismo. Y es esto, el que una obra nos cambié,  lo que confiere a esa obra la dignidad artística. 
Dudo que el espectador sea otro después de ver las películas premiadas del Hollywood actual. Y lo dudo porque adolecen del artificio de todo producto industrial, porque carecen de la verdad que caracteriza a toda obra de arte.  "El otro lado", sale de dentro, de ese rico interior de Juan Serrano. Un autor todo él verdad y duda, y a cuya sólida formación personal se une una innata inteligencia y una mirada al mundo profunda y escrutadora. 
Si nos esforzáramos más en disfrutar de otra manera, si en vez de buscar inútilmente una falsa felicidad en lo meramente lúdico (el circo), en tanto monstruo verde que recorre Occidente, y nos conformáramos con conocernos más y mejor a nosotros mismos profundizando y disfrutando en lo verdaderamente humano (lo único importante), estoy seguro que habría menos maltratos, menos muertes y menos desaparecidos. Pero el monstruo verde sigue asolando a Occidente.



domingo, 18 de febrero de 2018

EL SPERONARE - El Grand Tour de Dumas. Un viaje formativo por la Grecia Clásica





De Grecia al Barroco, pasando por Roma, el Islam, los normandos, y los aragoneses de las Vísperas Sicilianas


El "Santa María di Pie di Grotta" es un lindo barco del tipo "speronare" con "la fuerza de un playero, pero tan coquetamente pintado de verde y rojo, que sentimos hacia él una simpatía que enseguida se manifestó en nuestra fisonomía". Con él abordaremos, de la diestra mano de Alejandro Dumas, un viaje por la isla de Sicilia, parte esencial de la ruta conocida como el "Grand Tour", aquel obligado viaje formativo para la nobleza y alta burguesía europea desde el siglo XVI. La isla de Sicilia que, junto con el sur de Italia, conformó aquella unidad histórico-cultural conocida como la Magna Grecia, con hombres como Platón, Arquímedes, Empédocles, y hasta el romano Cicerón, era y sigue siendo una visita obligada y apasionante para adentrarnos en nuestras raíces occidentales. Y no solo por las impresionantes huellas de la civilización helena, sino también por la impronta que dejaron en la isla el resto de pueblos que por ella pasaron: desde los sarracenos y normandos, primero, y los franceses después, hasta la proclamación de Pedro III de Aragón como rey, tras el famoso episodio de las "Vísperas Sicilianas", y la España imperial. Un viaje que lo tiene todo. Por su puesto Arte, mucho arte: griego, romano, sarraceno, gótico, barroco… Historia, historia europea. Naturaleza, con la fuerza viva del siempre anhelado ascenso al Etna, y el recorrido por tierra y mar de los paisajes mediterráneos, agrestes y volcánicos de la isla. Y, por último, Literatura: hasta tres relatos (dos de ellos auténticas novelas cortas) con la gracia, el encanto y la pasión con que Dumas, pionero autor de los grandes best-sellers europeos, sabe impregnar todo aquello que surge de su mágica pluma. Saboree por tanto el lector, y aproveche, esta apasionante lectura que, enriquecida con las abundantes e interesantes notas de nuestra edición, le brindan la posibilidad de emprender una de las escalas fundamentales de aquel "Grand Tour", reservado para solo unos pocos privilegiados. 





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SICILIA EN EL GRAND TOUR (Goethe, Dumas y Guy de Maupassant)


Hasta que Grecia se independizó del Imperio otomano bien entrado el siglo XIX, aquellos estudiosos europeos que en busca de sus propias raíces realizaban ese viaje formativo al que Richard Lassels se refirió por vez primera como el "Grand Tour" (1670), limitaban su trayecto nada más -y nada menos- que a la Magna Grecia; esto es, al sur de la actual Italia y a Sicilia.

Conviene aclarar que cuando se habla de la Grecia clásica no solo nos referimos al territorio griego actual sino, en general, a la cultura griega que impregnaba las vidas y costumbres de todo el Mediterráneo. Y, evidentemente, Sicilia fue uno de los lugares nucleares de aquella cultura. Y, además, uno de los que más y mejores restos conserva. Si a ello añadimos el crisol de pueblos que la mayor isla del Mediterráneo ha conformado, vertiendo en él su impronta gentes tan singulares como los normandos, los sarracenos, los franceses y los españoles, no resultará exagerado afirmar que nos encontramos ante una experiencia única y apasionante. Y así lo vieron aquellos privilegiados viajeros del Grand Tour. Que, además, nos trasladen sus experiencias personales plumas tan diversas y autorizadas como las del alemán Goethe y los franceses Alejandro Dumas y Guy de Maupassant, leerlas es compartirlas.

Disfrute pues el lector, y aprenda, con estos tres textos enriquecidos por abundantes notas que constituyen la más eficaz guía de viaje y lectura.



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martes, 23 de enero de 2018

ESCUCHANDO EL ALEGRE PARLOTEO DE LAS GRULLAS (Antonio Envid)


Con su alegre parloteo y trazando caligrafías imposibles, los bandos de grullas  atraviesan estos días los cielos del sur de Zaragoza, se dirigen a los humedales de Gallocanta. Sin embargo, tras su largo viaje desde las regiones boreales, verán frustrado su destino, pues lo que otros años representaba un idílico lugar para sus vacaciones, hoy, azotado por la sequía que padecemos, lo hallarán seco y poco acogedor. Tendrán que buscar, improvisando, otros alojamientos.
Me produce cierto desasosiego el que no podamos recibir como se lo merecen a estos simpáticos heraldos de la primavera. A su paso es como si fueran recogiendo el invierno, guardándolo para la temporada siguiente. El alma se nos ensancha a su vista. Sabemos que el invierno todavía no ha terminado, pero los días más duros ya han pasado y que la luz solar se alarga. En tiempos, los campesinos comenzaban a revisar sus aperos y a llevar al herrero los rejones y arados para lucirlos, los trovadores comenzaban a encordar sus laudes y las niñas ensayaban sus canciones mientras probaban los alegres vestidos que llevarían en la próxima primavera. Hoy, en esta sociedad urbana, prosaica y monótona, el curso de las estaciones no nos inquieta, tenemos fresas en cualquier tiempo, el día se alarga todo lo que queramos con el simple apretar el botón “on”, y el frio se combate con confortables calefacciones. Pero las grullas no pararán entre nosotros esta primavera.

Los magnates de la tierra, quienes detentan las riquezas, niegan, pues perjudican sus intereses, que se esté produciendo un cambio climático de consecuencias desastrosas, afirmando que todo el trastoque del curso natural de las cosas es debido a cambios cíclicos, que siempre han existido y nada debe preocuparnos. Puede ser, pero este año, a pesar de lo madrugadoras que han sido, las grullas no nos acompañarán esta primavera.

Antonio Envid

lunes, 22 de enero de 2018

COMO SIEMPRE, PUNTUALES, VOLVIERON LAS BOLVINAS A NUESTRA MESA (Antonio Envid)



Como siempre por estas fechas llegan las bolvinas. Así, naturales, como se cogen del olivo cuando han sufrido una helada, son deliciosas. Su carne dulce y oleosa es uno de los regalos del invierno. Preciado regalo, por cierto. Un puñado de estas olivas, rusticas y primitivas, en Aragón siempre ha llamado olivas a las aceitunas, con un trozo de pan y una copa de vino de garnacha del año, es un tentempié digno de un césar. La bolvina parece ser que solo se da por alguna zona de Aragón, concretamente por el campo de Belchite, en árboles aislados, sin formar parte de plantaciones más extensas, ya que no se utilizan para producir aceite, si no para el consumo de mesa doméstico, aunque en Zaragoza pueden encontrarse sin más dificultad en algunos colmados.
El olivo que produce esta variedad lo imagino como un árbol antiguo, primigenio, quizá, traído por los fenicios, y que al aclimatarse a este clima duro y seco aragonés, produjo esta aceituna de recio hueso y rica en azúcares, a la vez que pobre en oleuropeína, esa sustancia que confiere el amargor característico de otras aceitunas y les da un sabor desagradable si no se tratan debidamente.
A las bolvinas se las conserva simplemente añadiéndoles sal, para que se sequen, y con el tiempo se van arrugando como esas damas que han sido coquetas y conservan un punto de malicia en su vejez. Ya no enamoran, han perdido esa frutosidad, esa carnosidad de cuando eran doncellas, pero siguen siendo atractivas, su sabor es más rotundo y adulto.
Esta oliva tiene poca pulpa y posee un hueso grueso, por lo que es poco apta para elaborar aceite y se cultiva como fruta de mesa, aunque su consumo es muy local y poco comercializado, gracias a Dios. Que él nos conserve a los aragoneses esta delicia invernal mucho tiempo.

Antonio Envid

domingo, 14 de enero de 2018

EL PROBLEMA DE LOS INDEPES


LA ESPADA DE DAMOCLES (Cicerón advierte a Puchi: no hay vuelta atrás)

"La espada de Damocles", de Richard Westall, 1812
(Ackland Museum, Chapel Hill, North Carolina, U.S.A.)

"A él no le quedaba ni siquiera la posibilidad de regresar al camino de la justicia"

En una ocasión en que uno de sus aduladores, Damocles, le mencionaba [a Dionisio, tirano de Siracusa] en una conversación sus riquezas, su poder, la grandeza de sus dominios, la abundancia de sus posesiones, la magnificencia de sus moradas regias, y le decía que no había existido nunca nadie más feliz que él, entonces le respondió:
-¿Quieres tú, Damocles, puesto que te agrada tanto esta vida, gustarla tú mismo y probar mi fortuna?
Habiendo respondido él que lo deseaba, ordenó que lo pusieran en un lecho de oro, cubierto con un tapiz muy bellamente tejido, recamado con motivos artísticos magníficos, e hizo que le prepararan varias mesas con vajillas de plata y oro cincelado. Luego mandó que situaran junto a su mesa esclavos escogidos de extraordinaria belleza, dispuestos a servirle diligentemente al advertir la menor señal suya. Había allí perfumes y coronas, se quemaban sustancias aromáticas, las mesas estaban repletas de las viandas más exquisitas. Damocles se creía un hombre afortunado. En medio de todo este aparato, Dionisio hizo descender del techo una espada resplandeciente, que estaba sujeta por una crin de caballo, de manera que pendiese sobre el cuello de este hombre feliz. A consecuencia de ello, él no miraba a los bellos sirvientes, ni a la platería artística, ni extendía su mano sobre la mesa; las coronas mismas le resbalaban ya de su cabeza y acabó por suplicar al tirano que le permitiera irse, porque ya no quería ser feliz. ¿No te parece que Dionisio ha demostrado con claridad suficiente que no puede haber felicidad para el hombre que se halla amenazado siempre por algún terror?
A él no le quedaba ni siquiera la posibilidad de regresar al camino de la justicia, de restituir a los ciudadanos su libertad y sus derechos.

Tusculanas, V
Cicerón
Traducción: A. Medina González
(Editorial Gredos, 2005)
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