sábado, 10 de mayo de 2014

ARCADIO CUMPLE 60 AÑOS



Arcadio, uno de los nuestros… ¡Se habla tanto de él!  Se dice que es el hombre capicúa: MNM, todo Manos, Nariz y Mirada. Que nunca sabes si está de frente o de perfil. Que Matt Groening se basó en él para el personaje de Homer Simpson, y sobre todo para el de su jefe: Charles Monty Burns.  Que no es dueño de sus Manos… ni de su Nariz ni de su Mirada. 
Que contribuyó a la ruina de muchos cines por los costosísimos pases exclusivos que exigió  ticket en mano. Que su afición a la gran pantalla le vino de identificar a su padre Cástulo con Lawrence de Arabia, cuando aquél en sus enfados, cogía la moto y se lanzaba a todo gas por los interminables caminos de Liestos. Y, en fin, también se dice que cuando su hija vino al mundo (ha nacido un ángel) sintió que había nacido una estrella: la fiera de su niña. Por eso le puso Marta, además de Viridiana, para no dejarle salida: una de dos, o como la Pinal o, peor aún,  como la Stanwyck en El extraño amor de Martha Ivers.
Sangre y arena. Arcadio es taurino, pero un taurino especial, con un sexto sentido, con cierta sed de mal: de esos taurinos furtivos que acuden al coso esperando con vértigo que sea el toro, un toro salvaje, quien mate al torero, ser o no ser, sangre y arena, tener o no tener… Sí, que lo otro ya está muy visto.  Pero no es la sangre lo que le asusta: son los muertos. Y no cualquier cadáver a los postres ni de entremés, sino auténticos muertos vivientes, de esos que vienen del más allá. Porque Arcadio, en trance, a veces…  ve muertos.  Y cuando los ve, sale pitando con la muerte en los talones, como Cástulo en su moto por los caminos de Liestos, y se sumerge en un viaje a ninguna parte. Hasta que anochece y de entre los muertos nace un extraño resplandor, una especial luz de luna que le habla y le exhorta: … ¿Quo Vadis, Arcadio? Y entonces, tras ese breve encuentro, cuenta, uno, dos y tres, se libera, y afloran en él grandes esperanzas, y ve las cadenas rotas y se repite a sí mismo: ¡Qué bello es vivir! Mira luego al horizonte y grita: ¡Esta tierra es mía! Y se cree el amo del mundo, Espartaco, el Cid y hasta el Rick Blane de Casablanca, aquel hombre que sabía demasiado.
Arcadio es también funcionario, político y sindicalista (nadie es perfecto), aunque le hubiera gustado ser el padre Brown y hasta calzar las sandalias del pescador (secreta vocación a voces), repartiendo cachetes y peladillas a los niños. Y aun así se le quiere. ¡La quimera del oro! Pero como hay amores que matan y Toñi, hasta con su más básico instinto, lo sabe, ha montado este guateque lejos de las luces de la ciudad y de nosotros, los doce hombres sin piedad de cinezeta, evitando así que un día como este pueda acabar como el de la bestia o se imponga el silencio de los corderos.

Pero esto, queridos míos, corderitos, ¡oh, capitán, mi capitán…!, esto no quedará así:  ¡aquí está Jack!

Servando Gotor


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