domingo, 22 de septiembre de 2013

LA CARTA (Antonio Envid)



Desde la escuela no había vuelto a escribir, así que redactar esa carta le estaba costando esfuerzo. Ya nadie escribe cartas, pero en la cárcel hay tiempo de sobra y éste es un sistema barato de comunicación, así que el elemento epistolar ha hallado en ella su refugio sagrado, su reserva inviolada por móviles y tabletas. El género epistolar, en tiempos tan fértil desde el punto de vista literario, ha llegado a ser un género marginal, propio del talego. El carteo, por otra parte, es de uso habitual dentro de la cárcel, no precisa siquiera de sellos, los propios internos, “los pitufos”, hacen de correos. El esfuerzo se notaba en una venilla que se inflamaba en su sien, en su gesto concentrado y sobre todo en la puntita de lengua que asomaba por la comisura de la boca. “Como te extraño mi rumi, como te extraño, a ti y a los chinarris”. Corrijo la arbitraria ortografía, pero conservo la jerga. “Tú me das un tumbazo, no me escribas, pero aquí tengo tanto tiempo…” El tiempo en la prisión se hace dúctil, se estira como la goma, mientras el espacio se estrecha, de modo inversamente proporcional uno y otro, en una ecuación einsteiniana no explorada, por otra parte los “tumbazos”, llamadas por teléfono, son más sencillas desde el exterior. “Aquí en el talego no se está mal, tú no te vayas a derrotar ahora, que el tinterillo, como lo llaman por aquí los sudacas, me ha dicho que pronto me van a dar la bola, la condicional”. Esa es la esperanza del preso, lo que marca su calendario, en un lugar donde el año carece de estaciones y de meteorología,” la bola”, “la condicional”, su obsesión, su única razón para levantarse todos los días. El abogado, “el tinterillo como lo llaman los sudacas”, que trae las noticias de los “permisos”, quien está tramitando la condicional, es la figura amiga. “Salgo al patio y juego al baloncesto, hago mucho deporte para que no me entre la muermera, y pienso en ti, cuando salga….”. Aquí se interrumpe y sueña con abrazar a su mujer, con una cama cálida al lado del cuerpo amigo de la compañera, dejar atrás la asquerosa “piltra”. “No te lo vas a creer pero el Pinta, mi compi de chabolo, que es un artista, ha pintado una ventana muy chévere en la pared y por allí, después del chape, tras el recuento, te veo a ti, a los chinarris, a todos, me asomo a la ventana y os saludo con la mano…


Antonio Envid




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