sábado, 29 de junio de 2013

UN GATO EN NEW YORK (Juan Serrano)




Estoy leyendo Il mestiere di vivere y me encuentro con un Pavese ardientemente enamorado, enamorado y a la vez traumatizado. El poeta, según el mismo cuenta, no puede hacer el amor con las mujeres tal como ellas gozosamente quisieran. El hombre que eyacula demasiado rápidamente haría mejor en no haber nacido. Es un defecto por el que vale la pena matarse. Pavese por tanto, como sustitución al desarreglo de su sexualidad incontenida se acuesta a diario con las letras, hace el amor con ellas; son sus amantes. Escribir para él es su modo de vivir, sentirse eterno, alcanzar el orgasmo, el éxtasis literario. No le queda otro camino.

Conseguir el reconocimiento es la finalidad esencial del ser humano. Y si no que se lo pregunten a los psicólogos que tanta caña nos dan con su dichosa autoestima. Pero una cosa es que a uno lo tengan en cuenta, y otra desear suicida y desmesuradamente la fama. Y a este triunfo le falta la carne, carece de la sangre, carece de la vida. Y veo a un Pavese mareado, desengañado, obnubilado entre las luces de la gloria, y el humo de las cenizas de su escribir vacío que no le reporta el amor de ninguna de las maneras. 

¿Puedo decirte, amor, que nunca me he despertado con una mujer a mi lado, que cuando amé, nunca me tomaron en serio, que ignoro la mirada de reconocimiento que una mujer dirige a un hombre? No se puede quemar la vela por los dos cabos en mi caso la he quemado toda por un solo lado y las cenizas son los libros que he escrito.
(Carta a Pierina)

Conseguir que a uno le lean, (que le amen) aunque sea en feisbus, en la hoja parroquial o en el obituario es el fatuo propósito de todo escritor. Y puesto que a Cesare le es imposible amar, mientras viva, debe seguir escribiendo. Escribir para amar, por no poder amar, para vivir, para seducir a sus amantes y mendigar como un perro amor, para envanecerse, para espantar a la muerte y retrasar lo más el suicidio. Morir viviendo. Vivir muriendo. Amar muriendo. Morir amando. Y Pavese confundido entre la esperanza y el escepticismo, escribe y escribe hasta darse cuenta que las letras son ingratas y su escribir vacío, y que no le reportan el amor que desesperadamente en ellas busca. 

Non è giusto restare sulla piazza deserta.
Ci sara certamente quella donna per strada
que, pregatta, vorrebbe dar mano alla casa.
(Lavorare stanca)

Por eso el día que Pavese ve que en la plaza desierta no le espera ninguna mujer, escribe a Constance Dowling*: No tengo más aliento para escribir poesía. Las poesías llegaron contigo y se fueron contigo. Y decide: non scriverò più. Non parole. Un gesto. Y al confundir vida y escritura, se quita de en medio. 

¿Alguien ha prometido algo? Así que ¿por qué esperar?
Sin embargo, es simple. Cuando no se mantiene por más tiempo, se muere. Y voila ".
(El negocio de la vida, 27 de noviembre 1945)

¿Fue realmente Pavese un loco, un atormentado, un ser desquiciado por sus contradicciones de grandeza y pusilaminidad, un ególatra narcisista, o el último de los repudiados románticos? Es un flaco consuelo -le escribe a Doris Dowling- ser un genio; para mí sería mejor ser un gato en New York, una golondrina en Maine, un hormiga bajo el pavimento de cierta casa en California, etc. Un asno sí soy, con absoluta seguridad.


Juan Serrano
de su blog: Blao
20 junio 2013


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* Constance Dowling, actriz que rechazó a Pavese tras una relación amorosa entre ambos y a la que el poeta dedicó su famoso poema (Vendrá la noche y tendrá sus ojos) antes de suicidarse. (desdemibarricada

viernes, 28 de junio de 2013

BALLADE DES DAMES DU TEMPS JADIS (Antonio Envid)


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Wo ist der Schnee vom vergangenen Jahr? (Bertolt Brecht)
Mais où sont les neiges d'antan! (F. Villon)
¿Dónde están las nieves de antaño?

Penetré en el apartamento situado en el señorial edificio aunque algo tronado, de estilo de principios del pasado siglo. En sus amplios espacios de altos techos y antiguos muebles de nobles maderas se había remansado el tiempo. Tuve la sensación de ingresar en un lugar de una época ya abolida, preservada dentro de una ampolla de cristal, quizá el palacio de la bella durmiente, donde todo se había detenido en un momento olvidado, pero también, como si estuviera violando un recinto clausurado donde se guardaba la intimidad de la vieja dama que lo había habitado hasta su reciente muerte. Me habían encomendado el inventario del ajuar para formar su testamentaría.

Entre los numerosos objetos que iba numerando y anotando en el cuaderno le llegó el turno a un mazo de cartas atadas con la inevitable cinta de seda ajada y descolorida por el tiempo. No tenía duda alguna de que se trataban de cartas de un antiguo amor, no realizado, pues su propietaria permaneció soltera toda su vida. Cartas guardadas durante todo el tiempo como si de alhajas de se tratara No tenía ningún derecho, ni obligación, de leer esa correspondencia privada, pero tampoco ningún interés en hacerlo, sin embargo, quitando el polvo de un sillón me senté para un tranquilo examen. La cuidada caligrafía denotaba una buena educación del joven escritor. Enviadas hacía medio siglo desde distintas poblaciones europeas su contenido era de una deliciosa vulgaridad, transcribían todos los tópicos, que cuando los hemos dicho nosotros nos han parecido sublimes, dedicados siempre por cualquier amante a su novia. Mecánicamente y con una de esas cartas en la mano conecté un viejo aparato de radio, de aquellos que funcionaban con lámparas, y mientras leía escuché la voz antigua de un locutor que en trasnochado estilo presentaba un programa de discos dedicados. “… para Julita de su enamorado, que ella ya sabe,….. para todos ellos: Dos gardenias de Antonio Machín… “

Antonio Envid

jueves, 27 de junio de 2013

MERODEANDO A... EL RELOJ DEL BIG BEN (Narciso de Alfonso)



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Aunque no sea bonito, es un reloj que está limpio, y quizá hasta dé la hora buena a pesar de esas telarañas de oro que invaden el circulo central, amenazando la marcha negra de las saetas. Tiene un andamiaje decorativo abundante, profuso, que tampoco es bonito y no embellece el reloj, pero también está limpio, sin residuos orgánicos ni cagadas de pájaros, sin las manchas de humedad que suele dejar la luz cuando está todo el día mojada.

El reloj está colgado en lo alto de una torre de planta cuadrada, de manera que tiene cuatro caras, cuatro fachadas como la que vemos en la foto: cuánta carne ajena para un simple reloj. Se dice que las saetas muerden con dientes ácidos el viento que pasa soplando, desprevenido o despistado. 

Las saetas, una minutera y larga como una espada, y la otra horaria, piensan de modo muy diferente. El mecanismo del reloj, como su estúpida función, hace tiempo que dejaron de resultar intrigantes o atractivos: es un simple cacharro muy anterior a la era de las travesuras de los electrones. Este reloj no es el mar, y todos lo sabemos: no tiene peces, no es salado. 

A pesar de todo, es un reloj que se lo cree, estirado y arrogante, quizá porque le cambian a menudo los pañales y le cortan las uñas feas de las saetas. Pero ya es un ser vacío y sin llama, con algunos síntomas de fracaso que todavía puede esconder: adelgaza cada día y sus huesos se hacen largos, porosos.

Su función es de la más pura y estúpida monotonía: la rutina dando vueltas iguales sobre sí misma: el paso cronológico del tiempo, que viene a ser la forma aburrida del clima. La relación de un reloj con el tiempo no es tan clara como podría parecer. De entrada tenemos la isocronía, un postulado de Newton que no admite demostración, que no se puede verificar: no es posible superponer dos fracciones, dos unidades de tiempo. Un minuto del reloj, ¿es siempre y exactamente un minuto de tiempo? 

En súmula: el reloj feo del Big Ben sigue ahí, antipático y arrogante, acumulando enemigos hasta el día en que se desmonte, ya exhausto como un mecano oxidado, y entregue el alma, que es minúscula como una diminuta cucharilla de té. 



Narciso de Alfonso
Merodeos IV


lunes, 24 de junio de 2013

LAS CENIZAS DEL REMIGIO - Cuento popular aragonés (Armando Bulla)


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Ya lo he declarado cien veces, de modo que es una tontería volverlo a decir, ¡qué más da!, o sea, que si insiste contaré otra vez lo mismo. Cuando encontraron muerto, de madrugada, a Remigio en la puerta del club; sí, el que está a las afueras del pueblo, en la carretera que va a Madrid; se desataron todo tipo de habladurías, pero todo quedó aclarado, porque el forense dictaminó que fue por un paro cardíaco y aunque tenía desabrochada la bragueta, parece ser que era porque iba a orinar en el arbolillo que está cerca de donde lo encontraron, y como la Húngara, que la llamamos así porque es de Bosnia, que yo bien me lo sé, que me ha contado su vida un fascal de veces, trasegándose a mi cargo varias arrobas de güisqui, pues, eso, que ella había declarado que aquella noche había estado más fogoso que de costumbre, de modo que se habría pasado con el pastillaje. ¡Cabal!, el Remigio, aunque mozo, para muchas hazañas, ya no estaba. Pues bien, se le encontró en el bolsillo de la chaqueta un billete de lotería y una lista de cosas. En la lista, una vez descifrada la barullera caligrafía de Remigio, se leía: comprar la pantalla de plasma más grande del mercau; ir a la final del prainsa; un viaje a disneiuorl. Hubo mucha polémica en la sesión del ayuntamiento en la que se debatió el asunto, pero al fin, triunfó la interpretación del Roque, alguacil, cartero pedáneo, vocero y representante de piensos jens en el pueblo, además de compañero de francachelas del finado, se dice así, ¿no?,  finado, ah, bueno, por eso. Quién mejor que yo para descifrar el enigma, dijo el Roque, ahuecando la voz, como cuando anuncia por el altavoz de la iglesia que se puede empezar a regar en la huerta, que ha venido el agua, quién mejor. El billete de lotería, está claro, si le tocaba realizaría los tres deseos que apuntó en el papel. Lo de la pantalla de plasma, una estupidez, a burro muerto, cebada al rabo, y lo del final del prainsa, la copa de la Reina, que se disputaba ese fin de semana, precisamente, entre el Barcelona y el Prainsa, era una verdadera pena que no hubiera podido asistir, pues seguía todos los partidos del equipo femenino zaragozano y verlas enfrentarse contra las catalanas, eso habría sido p´a morirse del gusto, como decía, ¿quién podría oponerse a la rasmia de las mañas?. Que bien mirado, mejor que se haya muerto, porque el cuatro a cero que nos endiñaron las catalanas, con rasmia o no, lo habría fulminado; un bochorno, por mucho que la árbitro estuviera por las catalanas, que eso se vio, y eso que es madrileña, que vergüenza tenía que darle. Pero lo último, lo del disneiuorl, eso sí que se podía hacer: si tocaba el billete de la lotería, con el dinero del premio, pues que fuera uno de nosotros a esparcir sus cenizas por el parque ese, así podría disfrutarlo toda la vida eterna con el ratón miquei y el pato donal. Es lo menos que se merecía el Remigio, tan buen vecino, que siempre pagaba una ronda para todos en el bar. Pues bien, como el diablo lía bien las cosas, en el sorteo no resultó premiado el número del Remigio, y ante la decepción de todo el pueblo, don Numancio, que le salen los dineros por las orejas, nadie sabe como, que de chico se limpiaba el culo con una piedra y le colgaban siempre dos candelas de las narices y ahora es don Numancio, pues eso, que dijo que no pasaba nada, que él pagaba el viaje al que eligiéramos para llevar las cenizas. Hecho el sorteo me tocó a mí. No vean las felicitaciones y las caras de envidia de mis paisanos, desde que vino un candidato de no sé qué partido, que todos son igual, a decirnos que si lo votábamos nos pondría el ave para ir a la capital, no he visto tanto entusiasmo. Total que don Numancio me dio un paquete con las cenizas del pobre Remigio y me dijo que en el aeropuerto me esperaría un primo suyo, que le entregara las cenizas, que era de toda confianza, que me acompañaría al parque, porque como yo no sé inglés, pues eso, que me resolvería todo. Y ya ve, aquí estoy acusado de tráfico de estupefacientes, ya llevo tres meses y esto parece que va para largo.

(Notas del recopilador.- Estas notas son de todo punto innecesarias, pero se recogen para mostrar el componente étnico del relato y justificar el trabajo del recopilador.
“Fascal”, conjunto de treinta gavillas o fajinas de trigo o de otro cereal, en general una “carga” de cereal. Procede del latín “fascis”. Se utiliza con el significado de un montón de cosas y por extensión: mucho, abundancia.
“Arroba” medida de capacidad que en Aragón equivalía a unos 13,33 litros para el aguardiente. También era una medida de peso y de superficie. No confundir con @,  utilizada en las direcciones de correo electrónico. Procede del árabe con el significado de una cuarta parte.
“Rasmia”, empuje, tesón. Como muchos otros aragonesismos viene recogida en el DRAE.
 “Candela” del latín candela, vela o cirio. En Aragón el uso del “moquero”, el pañuelo fue siempre para atar la cabeza, fue introducido muy tardíamente, mi abuelo afirmaba que era una cochinada llevar los mocos en el bolsillo.)


Armando Bulla 

domingo, 23 de junio de 2013

ENTRE CLAVELINAS Y ROMEROS (Juan Serrano)




Tuve un amigo pintor (y aún lo tengo). Hace ahora ocho años que murió. Y aún hoy lo veo entre clavellinas y romeros, abrazado a su afán, la hedonía de la huerta. Y quiso expresar su esperanza jamás perdida: la primavera, la reverberación del color, su parusía, la epifanía de la luz y el agua.

Un día me enseñó uno de sus cuadros, para él, uno de sus preferidos por su simbolismo y carisma. Un viejo labrador acarrea con tesón un gran cubo de agua. A mi me pareció una pintura absurda.Y así se lo hice saber. ¿No creerás que el pobre hombre consiga sacar adelante ese árbol endeble y seco plantado en medio del pedregal que has pintado? Yo le hablaba a mi amigo de la ridiculez del viejo ignorante que, aún a sabiendas de lo inhóspito del terreno, regaba cada día un árbol sin futuro. Y fue entonces, cuando mi amigo, escandalizado de mi corta visión y torpeza, me dijo: sólo cabe esperar.

Y hoy en su recuerdo, para que nuestra amistad no muera, por encima de nuestros cuerpos consumados, consumidos, me digo lo que unos días antes de morir él mismo escribiera:

La memoria es la facultad más grande, la parte de alma que conecta con los sentimientos, la que abraza el pasado y lo convierte en un elemento vivo.


Juan Serrano
de su blog: Blao
19 marzo 2013

JAVIER TOMEO, IN MEMORIAM: Diálogo entre dos esqueletos



Hoy nos ha dejado Javier Tomeo.  Un gran escritor. Un gran hombre.  Un aragonés universal y sencillo.  Nuestro homenaje con este texto suyo, de 1988. Seguro que él no ha perdido el corazón.

Los dos esqueletos, con los huesos blanqueados por el sol, conversan sentados al socaire de la pared del cementerio. 

ESQUELETO A. Oye.
ESQUELETO B. Dime.
ESQUELETO A. Lo peor que podemos hacer es desanimarnos.
ESQUELETO B. Sí, eso sería lo peor.
ESQUELETO A. Vendrán tiempos mejores, estoy seguro de eso.
ESQUELETO B. ¡Oh, desde luego! ¡Vendrán tiempos mejores!
ESQUELETO A. Se trata de saber esperar.
ESQUELETO B. Sí, se trata de eso.
ESQUELETO A. Los árboles volverán a ser verdes.
ESQUELETO B. Eso es: verdes. Y cantarán otra vez los pájaros.
ESQUELETO A. ¡Ah, qué agradable será entonces vernos regresados a la carne!
ESQUELETO B. ¿Crees que regresaremos también a la carne?
ESQUELETO A. ¿Quién lo duda?
ESQUELETO B. (Nostálgico.) Eso sería estupendo.
ESQUELETO A. (Tras una breve pausa.) ¿Cómo te llamabas antes?
ESQUELETO B. Juanito.
ESQUELETO A. ¡Anda pues, Juanito! ¡Levanta el corazón!
ESQUELETO B. (Mirando a través de sus costillas.) ¿Qué corazón?
ESQUELETO A. (Reconsiderando la situación, con acento súbitamente desesperanzado.) La verdad es que hicimos mal muriéndonos.
ESQUELETO B. Sí, hicimos mal.
ESQUELETO A. Perdimos el corazón.
ESQUELETO B. Sí, lo perdimos.
ESQUELETO A. Eso fue, sin duda, lo peor.

Silencio. El ESQUELETO B sopla a través de su propia tibia y brota una suave melodía, que ondula apenas la cabeza de las ortigas. Al conjuro de la música, las serpientes de hace cien años –apenas un rosario de menudas placas óseas – tratan inútilmente de erguirse como en los viejos tiempos de la ponzoña fulminante.




Javier Tomeo
de Historias mínimas, 1988



sábado, 22 de junio de 2013

CUANDO QUEDA CON EL FARISEO EN EL HOTEL ORIENTE (Narciso de Alfonso y Servando Gotor)



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Cuando queda con el Fariseo en el hotel Oriente, frente al edificio Adriática, se pasan al Savoy para echar un vermú con self y Niklaus le pide al caballero con sombrero de hongo gris que se pasa la vida allí, que le haga una fotografía junto a Bermúdez, sobre todo cuando viste de faraón. ‘Que la enseñaré a los amigos’, comenta en voz alta, ‘y presumiré de viajero’, piensa sin mover los labios. El Fariseo se sitúa frente al objetivo y Niklaus le dice que no, que se desplace un poco ‘para que se vea detrás la calle Alfonso y el Pilar’. Niklaus tiene ya cerca de quinientas fotografías como esta, pero no piensa parar hasta las mil, por lo menos. Después hacen una visita guiada en francés por Conde Aranda, ‘le notre Pigalle’, señala el Fariseo con su chaqueta amarillo chevallier, que siempre lleva puesta cuando va por ‘cette rue, le plus insigne et curiose rue du monde’. Y ya cerca del Portillo, junto al Colegio del Carmen y San José, andan tras ellos dos quinceañeras que, con sus patines a la espalda, se dirigen al Ibón.

- A ver si me explico, Marga: supón por un momento que somos amigas y alguien me quiere pegar, es sólo un suponer. ¿No me defenderías?
- Hombre...
- Seríamos amigas, Marga, no lo olvides...
- Mujer, si fuera una persona sola quien quisiera pegarte... sí, seguramente, sí.
- Pero ¡me quieren pegar, Marga! Ponte en situación.
- No, ya, si te entiendo, te entiendo perfectamente. Y si fuera una persona sóla la que quisiera pegarte, pues sí, yo creo que te defendería. Ahora, si fueran más...
- Si fueran más, qué...
- Que si fueran más, no. No, porque, a fin de cuentas, serían cosas vuestras... Y yo no me voy a meter en donde no me llaman. 

Vaya futuro el que nos espera, las tetas de las blancas aparecen en el Playboy, las tetas de las negras en el National Geographic, hay que joderse, dice el Faraón ajustándose el sombrero amarillo chevalier a juego con la chaqueta.


Narciso de Alfonso
Servando Gotor
El Guacamayo Azul


viernes, 21 de junio de 2013

SALMO DE LOS ANCIANOS EN EL TEMPLO (Antonio Envid)


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En la edad del plomo nos llegaban noticias
de que en lejanos países el mundo era luminoso
no como el nuestro pintado de grisalla
Los jóvenes se amaban
y adornaban sus cabellos con guirnaldas
A veces lo veíamos en la portada de un vinilo

Aunque el cielo se cerraba sobre nosotros
con oprobiosas nubes,
en algún lejano lugar
se hacía el amor y no la guerra
y la juventud cantaba feliz y rebelde
A veces nos llegaba el lejano eco de sus canciones

Ahora chapoteamos en el viscoso fango de una crisis
que se pega a los zapatos y a las almas
y nuestro mundo es otra vez una grisalla
pero no nos llegan ecos de canciones de amor
ni noticias de lejanas californias donde el mundo es cromático
y la gente feliz y despreocupada.

Solo ecos de primaveras sangrientas escuchamos,
protestas de jóvenes y cargas de policía
Perdona a tu pueblo, Señor.
Perdónalo, Señor, no estés eternamente irritado.




Antonio Envid

jueves, 20 de junio de 2013

MERODEANDO A... EL LECTOR DE LA CERVECERÍA (Narciso de Alfonso)



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Parece que al fotógrafo le gusta montar su ventana indiscreta sobre una ventana real, de carne y hueso, como la de esta cervecería que tiene el aire en condiciones, como Dios manda, y eso es lo que se le nota al pavo que está pegado al cristal, leyendo el periódico a dos manos, a dos cuerpos, a dos vidas, como si hubiese encontrado su destino escrito en esos papeles grandotes, justo entre los valores de la bolsa y el anuncio de un dentífrico que tiene sabor a saliva. Los periódicos excitan la curiosidad, despiertan el interés, pero al final siempre se abandonan con un sentimiento de desilusión: no estaba. 

Además del periódico diario, el pavo acapara también toda la luz de la cervecería: además de él mismo, sólo hay penumbra y tal vez un par de rostros humanos, a la derecha, que están naufragando, hundiéndose, disolviéndose en la tiniebla mala. 

Quizá la mayoría de los seres humanos escriben la historia de sus vidas improvisando sobre la marcha, pero otros –los que son de la estirpe del pavo lector- parecen tener vidas que ya están diseñadas y planificadas, ineludibles, perfectas como un círculo: tal vez es que no entiendan las reglas de una sorpresa o quizá es que son una especie de prototipos tontos de Dios que se preocupan por cosas que sobrepasan su nivel de madurez. Viven como si nunca fuesen a morir y mueren como si nunca hubiesen vivido.

El lector del periódico lleva una camisa bonita, y la letra a mayúscula le está manchando la mano derecha de letra, o quizá de ese color doradamente blanco o blancamente dorado con el que está pintada en el ventanal de la cervecería. 

Tal vez los mejores momentos de la vida –o, por lo menos, los que la hacen soportable- son aquellos en los que uno logra engañarse a sí mismo. O solamente olvidarse de sí mismo. O simplemente despistarse de sí mismo. O únicamente perderse de vista o hacer como que no se ve bien a sí mismo o como que no se acaba de reconocer.


Narciso de Alfonso
El Merodeador, IV


martes, 18 de junio de 2013

LOS ALCORQUES DE LA PLAZA DE TASKIM (Armando Bulla)



Deambulo por esta levítica y provinciana ciudad donde se hunden mis raíces y de la que nunca he podido alejarme. Esta querida/aborrecida ciudad barrida siempre por el viento. Contemplo los alcorques vacíos como ojo de tuerto que bordean sus calles y sus plazas, a la espera de una piadosa mano que plante en ellos un chito, por vulgar que sea. Huérfanos alcorques del necesario árbol, atormentados por inevitables excremento de perro, cómo no sentir piedad por vosotros. Blanche DuBois confiaba en la bondad de los extraños. ¡Oh, ediles arboricidas, seréis amontonados con las secas ramas de los árboles que han perecido bajo vuestra municipal hacha y arrojados con ellas al fuego! ¿Ésta es tierra de cristianos viejos? Mientras, en una lejana plaza los infieles se amotinan porque el gran visir quiere talar un bosquecillo para construir un moderno centro comercial.


Armando Bulla

lunes, 17 de junio de 2013

HUMO Y CENIZAS (Juan Serrano)




La noche agradable de principios de junio con abrazo templado y dulce acoge a unos cuantos amigos. En la terraza de la casa de uno de ellos, al fresco, rodeados de buganvillas y rosales celebran cualquier cosa como único pretexto para verse, conversar y disfrutar de una velada junto a un porrón de vino y una fuente de patatas cocidas con ajo. Hablan de amores sublimes, aquellos de madres dispuestas a dar la vida por sus hijos y esposos. Suicidios espirituales, de palabra, con causa, nobles, llenos de resurrección y entrega, como el de aquel prisionero de los campos de exterminio nazi, que se ofreció a morir, en lugar de un compañero de celda, ajusticiado. Y a pesar de resultar un tanto deprimente el tema elegido, no lo es en absoluto, pues en el ánimo de los amigos se palpa la seguridad que nace del sabio y profundo conocimiento, aunque de la misma fatalidad se trate.

Uno de los comensales cuenta ahora que una amiga suya se pasa las tardes hablando con su marido, fallecido tan sólo hace unas semanas. Los hijos quieren tirar las cenizas al mar, al viento, o al río. No tienen aún decidido cual será el destino definitivo del padre, si las tranquilas aguas del Mediterráneo, o los intrépidos acantilados del norte. ¡Como si fuera más saludable y distendido desaparecer en campo abierto, que encajonado en un oscuro rectángulo de ladrillos enmohecidos! Con el jarrón del padre en casa, la mata de la menta poleo a través de la ventana, continuará invadiendo la estancia donde los restos de este hombre muerto seguirá oliendo a deseo, a besos de mujer. Y el canario de la jaula del patio, cada vez que huela las cenizas del marido, alegrará con su aleteos toda la casa. Mientras el jarrón de las cenizas permanezca con ella, su marido jamás se habrá ido, y los geranios de las macetas seguirán calentando con su rojo el frío de los tristes pensamientos. La madre lo tiene claro. Y le dice a los hijos:

¿Cómo voy a consentir que el pobre de vuestro padre ande por ahí perdido como quien no tiene nadie que le quiera? ¡Vuestro padre se queda conmigo, aquí, como siempre, acompañando a su mujer!

La viuda todas las tarde se sienta enfrente de donde solía hacerlo el marido. Y en la mesilla, junto al sillón, tiene delante el búcaro con sus restos incinerados. Y habla con él como antes lo hacía, unas veces discutiendo, echándole en cara cualquier cosa, que si fuma mucho, que se cambie de calzoncillos; y otras, agradeciéndole lo bueno y cariñoso que siempre ha sido con ella y con sus hijos. Hoy la viuda ha sacado del cajón de la cómoda una cajetilla de tabaco. Y mirando fijamente el ánfora de las cenizas, le dice condescendiente al marido:

Hoy, querido, no hace falta que salgas fuera a fumar en la terraza. Anda, puedes encender aquí mismo el cigarrillo.

Y al dejar la viuda el paquete sobre la mesilla, queda impresionada. Es la primera vez que lee la enmarcada y negra esquela mortuoria de la cajetilla: Fumar puede matar. Nunca hasta ahora la esposa se había fijado en esta furibunda e incriminatoria advertencia sobre el peligro que para la salud acarrea el tabaco. Y al instante le entra tal congoja y apuro, que exclama la mujer condolida:

¡Cómo habré podido, cariño, a punto he estado de matarte!

La viuda coge ahora uno de los pitillos, se lo pone en la boca con el abismamiento de quien se bebe una infusión de cicuta. Lo enciende con determinación y calma. El humo del cigarro envuelve el jarrón de las cenizas. Humo y cenizas se atraen agrupados como los pétalos del geranio.

Lo que en ese mismo momento pasó por la imaginación de la mujer no lo sabemos. Hablar de fusión mística, empatía mortuoria, suicidio fraternal sublimado, sería mucho decir. Y al hilo de este relato, bajo los cuernos afilados de una luna menguante, otro de los comensales trae al recuerdo de los demás contertulios la muerte enamorada, conjunta, deliberada y asumida de Stefan Zweig y Lotte Altman un 23 de febrero de 1942 en Petrópolis (Brasil).


Juan Serrano
de su blog: Blao
12 julio de 2013



sábado, 15 de junio de 2013

HOY GRATIS EN AMAZON: "MERODEANDO EL DESNUDO FEMENINO" de Narciso de Alfonso

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Con la excusa de de cien obras maestras del desnudo femenino en la pintura, Lecturas hispánicas te invita a pasar cien maravillosos y entretenidos momentos literarios. Y la literatura, la buena literatura de Narciso de Alfonso, es siempre divertida, como todo lo auténtico.
Entendemos, con Milan Kundera que si las personas son personas, bien tendrán que reírse.
Disfrútalo.


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LA NIETA DE TRINI, de Julio Romero de Torres

La nieta de Trini
Julio Romero de Torres, 1929 - Museo Julio Romero de Torres (Córdoba)

La nieta de la Trini lleva, en lo más alto de la cabeza, un florón de piel morena, del mismo color que la piel morena de la muchacha. Qué mirada más oscura, qué ceño más fruncido. Al fondo, entre luces, está Córdoba: lejana y sola: el Puente Romano y la Torre de la Calahorra. Lejana y sola.
Aquí, cercana y acompañada, la niña mira de negro, con extrañeza y sorpresa y sospecha y temor: como si no comprendiera, como si no acabara de entender esto de la vida, que ahora la hace tenderse con sus cueros al viento, en picada pelota y todo lo larguísima que es, a enseñar al mundo sus calahorras y su puentecillo romano.
La niña tiene el cutis amasado con aceituna y jazmín, claro, con un resplandor entre tetas del raso blanco en el que reposa y con un oscurecimiento entre muslos que no es del negro mantón de manila, sino que le viene de antes, de más lejos, de otro sitio: quizá de la noche y sus medias negras; quizá de la noche y su mariposa oscura; quizá de cuando en la noche se apagan los faroles y se encienden los grillos.
La nieta de la Trini no lleva zapatos color corinto, sino un collar redondo de corales rojos. No lleva medallones de marfil, sino unos pendientes de brillo y tintineo. Y en la mano derecha, ay, el metal de la navaja: la niña, en la lucha, muerde como el jabalí; la niña, en la lucha, da unos saltos jabonados de delfín.
La nieta de la Trini es hermosa como lo oscuro que no tiene nombre, que no se llama ojos ni pelo ni noche, es hermosa como lo oscuro que está solo, como lo oscuro que está detrás o dentro de los montes, como lo oscuro cuando descarga sus camiones de oscuridad en la oscuridad.



Narciso de Alfonso,
El Merodeador, II


viernes, 14 de junio de 2013

SENSACIONES EN HORAS AÚN DE ROCÍO (Baraque)



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Sensaciones en horas aún de rocío
los cuerpos duermen
las almas pululan en el aire
permitiendo el encuentro limpio
sin cerebro que las domine

Empieza la cuenta atrás
hay que darse prisa
el letargo llega a su fin
apurar los últimos minutos
hablar, llorar, reír
sin muros, sin juicios
en estado puro
en esencia

Y esperar una nueva madrugada
para el encuentro
mientras, una gota de rocío
se resiste a marchar
y resbala por mi mejilla



Baraque



jueves, 13 de junio de 2013

EL INELUDIBLE NAUFRAGIO (Antonio Envid)


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Franc observaba como se diluían los cubitos en su copa de gintónic. Si no fuera por la estridente música de la sala podría oír los ligeros chasquidos del hielo al fundirse, como tenues lamentos en su agonía. Así sucedería con el Titanic, pensó, el hielo se rompía en grandes témpanos precipitándose en las aguas del océano mientras los confiados viajeros del barco continuaban su travesía. La sala se estremecía al ritmo de la excesiva música, una multitud se movía a su ritmo, si no fuera por la música, un extraño pensaría que un intenso dolor convulsionaba los cuerpos de los danzantes o eran presa de una gran desesperación; parejas derrumbadas sobre los sofás se achuchaban; algunos deambulaban vacilantes bajo los efectos del alcohol y tóxicas pastillas; unas chicas se contorsionaban voluptuosamente en las plataformas de las gogós. Franc permanecía ajeno a todo, contemplando como la montañita de cubitos de hielo se desmoronaba lentamente, su mente viajaba por mares habitados por focas y leones marinos, por montañas de hielo que se precipitaban sobre las olas. Su sueño de siempre, trabajar en una base ártica, ser marino y explorador del Polo.

Cuando su chica se aproximó hacía él, no se percató de su presencia. ¡Despierta!¡Vamos! Lo sacudió con cierta violencia. ¡Llévame a casa, estoy rendida!. Franc emergió de las lejanas brumas océanas para llegar a una realidad oscura rasgada por brillantes flashes, desde un silencio de tierras vírgenes a la algarabía de la sala. Se levantó despacio bajo la irritada mirada de su amiga. No me gusta que trabajes de gogó y, además, hasta tan tarde. Los ojos de la chica echaron chispas mientras soltaba una lluvia de reproches e insultos. Alguien tiene que llevar dinero a casa… ya llevas dos años en el paro…. no haces nada, eres un vago… si fueras más hombre me sacarías de esto… medio hombre… medio hombre, hasta en la cama… Entonces Franc se volvió hacia ella y le hundió sus dedos en la garganta; la chica pugnó por soltarse, manoteaba violentamente, cada vez sus esfuerzos eran menos enérgicos, al poco, solo ligeras convulsiones agitaron su cuerpo. Si alguna indiferente mirada recayó sobre ellos, solo percibió un encuentro muy fogoso, cada uno iba a lo suyo. Quedó inerte tendida en el sofá y Franc volvió a contemplar tranquilamente cómo los restos de los hielos derivaban por su copa de gintónic, pronto aparecería el Titanic, puntual al ineludible naufragio, pero quizá la tragedia ya se había consumado. 


Antonio Envid


miércoles, 12 de junio de 2013

MERODEANDO A... Si alguna vez fui sabio en amores (Narciso de Alfonso)



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El fotógrafo ha puesto su ventana indiscreta sobre esta pareja de jóvenes que están de pie junto a un estanque y él le explica a ella algo que la cabeza nos oculta, quizá el funcionamiento digital de una cámara de fotos, aunque bien puede tratarse de (casi) cualquier otra cosa manejable del mundo o de la vida, como el fuego pequeño de una vela o de una lamparita, una máquina de movimiento perpetuo que él mismo ha podido diseñar o un precioso caleidoscopio chino construido con fulgurantes cristales minúsculos.
Ella tiene un relativo interés por el joven o por el cacharro que él le muestra: ha inclinado ligeramente el torso pero se mantiene a una rigurosa distancia del muchacho, la suficiente como para evitar cualquier contacto incluso con los presumibles movimientos de él. 
Tal vez están conociéndose para llegar al amor, o tal vez están amándose para llegar a conocerse. No sabemos si se han permitido el hermosísimo lujo de perder la noción del tiempo, junto al estanque, entre los patos, y el cacharro que miran juntos es sólo una escusa para estar cerca, para aproximarse hasta sentir la temperatura, el aroma, el aliento, el color real del otro. 
Quizá, para ellos, enseguida ya es demasiado tiempo, simplemente porque buscan el ahora del otro, su presencia inmediata y sin postergaciones, su aquí aquí. Tal vez ella, posiblemente mucho más sabia en amores, esté utilizando sus agudos acetatos para atraerlo, o esté creando una dulce conexión entre ellos que permanecerá cuando se separen y se distancien, si es que llegan a hacerlo y no se quedan ya para siempre juntos, unidos, inseparables. 
El diálogo soterrado entre ellos vendría a ser, mudamente: ‘mátame’, ‘ya lo estoy haciendo’, ‘hueles como el regaliz o los libros viejos’, ‘tienes unos ojos del color del barro de los charcos’, ‘quédate, quédate’.


Narciso de Alfonso
El Merodeador, IV

lunes, 10 de junio de 2013

SANA SANITA CULITO DE RANA (Juan Serrano)



Juré que nunca más la llamaría por su nombre; para que no me pasara lo de aquel burlador de Baco que al decir "calimocho" se le subió el vino a la cabeza y lo tuvieron que ingresar en el Morales por coma etílico. Palabras hay dotadas de un poder omnímodo que le ganaron la partida al mismo caos. La tierra era informe y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y entonces Dios dijo: “Que se haga la luz”. Y la luz se hizo". (Genésis)

Sólo quería que aquella palabra dejara de atormentarme. Los miedos más dañinos son aquellos que ignoramos su procedencia. Desconocía yo su origen. No sabía si en su más hondo recoveco aquella palabra guardaba un atisbo de verdad, si se correspondía con alguna realidad creada, o tal vez era simplemente una entelequia, un conjuro maligno en manos de un ser cruel, un simple estado de mi mente, pura fenomenología.

No soy nada supersticioso, pero hago recuento, y cada vez que en el pasado escuché esta palabra, las desgracias se me amontonaron. Cuando las ondas fatídicas de esa palabra llegaban a mis oídos, araclanes y cocodrilos mordían las paredes de mi estómago. Y sus dentelladas me hacían pasar la noche en un aullido. Calderas de fuego levantaban ampollas de pus sobre mi carne llagada.

Sin embargo desde niño yo había experimentado el poder mágico de las palabras. Recuerdo el efecto milagroso del "sana, sanita, culito de rana" en boca de mi madre. El dolor, mi llantina desaparecían al momento. Como aquella vez que, estando yo relamiéndome de ganas por unas golosinas delante del escaparate de una pastalería cerrada a cal y canto, me acordé del"matayotes matayotetos cai panta matayotes"con que Chuchurubel abría las mazmorras del Castillo, y con el mismo énfasis misterioso que él las decía, las declamé yo confiado en su fuerza milagrosa; y al instante la dueña de la confitería salió a servirme en bandeja de plata mi chuchería preferida.

Justo lo contrario de esta palabra irredenta, maldita e impronunciable que, incluso después de haber abjurado de ella hace tiempo, aún hoy su olor a azufre envenena mi estancia. Ya en su día la declaré culpable de mis malestares, mano negra de mis apagones y fisuras, y causa principal de mis contradicciones y dicotomías. Desde la cátedra de la libertad inmune prometí nunca más invocarla ni tampoco oírla. La borré de mi diccionario; pero ya veis que su tormento aún aletea como buitre sobre la carroña de un recuerdo que no me abandona. Y tampoco os la voy a decir ahora, ni la palabra ni su autoría, para que el negro tufo de su pronunciación no salpique vuestra merecida inocencia. Que las palabras se crearon para la imaginación de un mundo de ilusión y fantasía, para salvar de la hecatombe al mundo se hicieron, y no para bombardear a unos pobres niños en una contienda sin fuste.

Por eso ahora escribo esta palabra con tinta de limón. Y mañana antes de que salga el sol quemaré el trozo de papel escrito; y luego tiraré sus cenizas al río para verme por siempre libre de los dardos de su infernal poderío.



Juan Serrano
de su blog: blao
26 diciembre, 2011




domingo, 9 de junio de 2013

EVA (2)


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¿Nadie ve ahí dentro al diablo desordenándolo todo?
¿al incómodo frío que impide florecer a los manzanos?
¿ a las miles de pacas de almas pudriéndose a la interperie?

Busco desesperadamente la salida.
Nadie sobrevive en el entorno de las dudas.

fuera hay muchas grutas ordenadas y limpias
llenas de madres piadosas que cambiarán sus vidas
son todas iguales
buenas y correctas.
Salvadoras y acogedoras
llenas de amor clónico
para crear vidas idénticas

esperan una señal de renuncia para matar mi desesperación
cualquiera de ellas lo hará igual que las demás
y yo seré una hija idéntica a todas las perfectas

si no tengo cuidado
si me siento confundida o débil
y sobretodo muy cansada de dar tumbos
me recogerán amorosamente
me educarán para su perpetuación
y acabaré formando parte de la Corte de ángeles reclutadores
de almas perdidas


Eva




sábado, 8 de junio de 2013

STARTWAY TO HEAVEN (Narciso y Servando)


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No lo dudó. Murdoc no lo dudó. Hizo examen de conciencia sin propósito alguno de la enmienda. Y de tripas, corazón. ‘Hasta aquí hemos llegado’, protestó al recordar al enano garroso que le había tratado como a una piltrafa. ‘A él, hablarle así a él, al Sire’. Se puso el mundo por montera y olvidó todo lo que tenía que olvidar: los ojos, la nariz y la sonrisa que se ocultaban tras el dorado cabello de una niña cuyo rostro jamás llegó a ver. Todo. Hasta las rencillas con el reverendo, que tan mal había llevado aquello de la fender, cuando Brown se la pidió para un concierto de catequistas y él se negó con el estribillo de la Ronda de las Mozas que le había oído al Fariseo: 

que se me ha roto la prima, 
la segunda y la tercera, 

le dijo. Sí, eso le dijo. Y Brown es de los que ni perdona ni olvida, Pero Murdoc se puso el mundo por montera, cogió su harley davidson, se ciñó la fender estratocaster en bandolera, como si fuera un rifle de caza mayor y, con la cabeza semioculta bajo las alzadas solapas de su chupa de chapa, fue a ver al maldito reverendo, atajando a golpe de acelerador por el corredor de Vasari. 
La puerta de la sacristía, cerrada. Pero el recinto entero retumbaba por los watios del interior. ‘El equipo DJ del cabrón del cura, se dijo’. Y lamentó haberse olvidado su disco de los Zeppelin. Ahora, ahora hubiera sido el momento de escuchar Startway to heaven al revés para oír los mensajes satánicos. Pero había que seguir. Así que golpeó varias veces con los nudillos sobre una estrella de ocho puntas. Se hizo sangre, claro, y se acordó de la madre del maldito mudéjar que diseñó la dichosa puerta. Enseguida comprendió que, con tanto volumen, era imposible que el reverendo le oyera. Y cuando ya estaba a punto de desistir, reparó en el videoportero de la sacristía. La voz del reverendo era como la de Spencer Tracy cuando lo doblan en español:
- Murdoc, qué cojones quieres de mí.
- Es un asunto importante, reverendo. 
- ¿Tiene algo que ver con el XVI Certamen de Boquiñeni?
- Qué certamen ni qué niño muerto.
- El de los juegos malabares.
- No, no tiene nada que ver.
- Pues entonces márchate, Murdoc.
- ¡Reverendo!
- Ya lo has oído, ¡vete!
- Es por lo de la convocatoria.
- ¿La de Boquiñeni?
- No, Brown, no. La de esta noche, a las dos.
- ¿La del Guacamayo Azul?
- Sí, la del Guacamayo Azul.
- Bueno, pasa. 
Se abrió una de las dos hojas de la gran puerta mudéjar. La sacristía, envuelta en incienso y con iluminación de verbena, le pareció a Murdoc el mejor escenario para una jam session en toda regla: El reverendo DJ vs. Murdok Stratocaster, pensó.


Narciso de Alfonso
Servando Gotor









viernes, 7 de junio de 2013

TALLER DE ESCRITURA (Antonio Envid)




Un folio en blanco y un bolígrafo es todo lo necesario para la creación literaria. Pero bueno ¿en que época vive, quién escribe a mano hoy? Ah, pues deberían. Un folio en blanco es una invitación al descubrimiento, a sumergirse por sendas no holladas hacia reinos incógnitos. No solamente la inmensa soledad de su blancura nos incita a internarnos en él, sino que sus dimensiones, la regularidad de su rectángulo, ya son llamadas a la estética. De modo que comenzaremos el curso con esos dos simples objetos, que veremos son bastante más complejos de lo que a primera vista pudieran parecer.

Un folio es el resultado de un elaborado razonamiento. ¿Qué medidas tiene un folio tamaño DIN A4? Unas muy precisas: 210 x 297 cms., y no otras. La proporción entre el lado mayor y el menor: 0,297/ 0,210 es un número irracional: raíz cuadrada de 2, y tiene una particularidad, si doblamos el folio por la mitad de su lado mayor y lo partimos por la doblez, salen dos folios, DIN A5, que son de una superficie la mitad que el anterior, pero semejantes; la proporción entre sus lados, mayor y menor, seguirá siendo raíz cuadrada de 2. Esta singularidad permite normalizar todos los tamaños de papel, partiendo del DIN A0, que tiene una superficie de un metro cuadrado y sus lados mantienen la sabida y sabia proporción raíz cuadrada de si lo doblamos por la mitad, por el lado más largo, y lo partimos, obtenemos dos folios DIN A1; doblando cada DIN A1 por la mitad y partiéndolos, obtenemos cuatro DIN A2, y así sucesivamente, todos ellos guardando la repetida proporción entre sus lados. Luego, no nos tomemos a la ligera el folio, que es el resultado de un largo proceso de civilización y esto nos obliga a estar a su altura.

El bolígrafo es otra cosa preciosa, muy sofisticada. Es el resultado de una lenta evolución desde el estilete a la pluma de ganso, y de ésta, a un adminículo que combina en un solo objeto el tintero y la pluma, pero para ello hubo que imaginar que la pluma podía sustituirse por una bolita de acero y conseguir una tinta con la viscosidad justa. En fin, todo un prodigio que habría maravillado, sin duda, a todo un Cervantes, pongamos por caso, que el pobre, a pesar de su manquedad, hubo de ir por plazas, posadas, mesones e incluso cárceles, cargado con los primitivos adminículos de escribanía, siempre temiendo que el vuelco de uno solo de sus tinteros arruinara parte de su obra con tanto esfuerzo elaborada. El boli, permítaseme emplear el diminutivo, hace que las ideas discurran desde el cerebro al papel sin solución de continuidad, de manera que fluyen a través del brazo y de la mano hasta el folio sin interrupción y sin contaminarse con lo circundante. Verbo puro.

Bien, conscientes de nuestro deber pongámonos a la excitante tarea de crear. Internémonos por procelosas selvas, por incógnitos mares, por secretas estancias de nuestro cerebro, cuyas llaves tan difíciles son de conseguir y sus cerraduras tan trabajosas de ser abiertas, venzamos los temores que nos acongojan y penetrando en ellas, avancemos por estos mundos tan inexplorados, encomendémonos a nuestra dama como caballeros andantes para salir airosos de tanta aventura…

(Si alguien se siente con ánimo, tras esta “Introducción”, de continuar leyendo el manual de “Taller de escritura”, que me lo haga saber, para continuar escribiéndolo).



Antonio Envid



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