lunes, 22 de abril de 2013

SEÑOR O SEÑORA (Juan Serrano)





De niño más de una colleja me llevé por llamar de tú a mi padre. Me enseñaron a nombrar a las cosas por su nombre, al pan, pan; y al vino, vino; a mi maestro, de usted; y al gobernador de la provincia, de excelentísimo.

Las palabras esdrújulas siempre se me resistieron. Con la excepción de contados vocablos, como música, bálano y brújula, que eran resbaladizo tobogán por el que el diminuto fardo de mi cuerpo se escapaba: deleite y exploración, tierra fresca donde a gusto me refocilaba, al igual que mi perra en días de adulto acoso y parental asfixia.

Junto a paroxítonos, como excelentísimo e ilustrísima, habitaban conmigo otras voces que, aunque llanas y graves, también estaban llenas de orgullo e hipocresía. Me refiero a términos como vuecencia y señoría. Voces exclamativas y humilladas, tejidas de solicitudes y súplicas, que me transportaban a escenarios donde mi imaginación encogida se preñaba de pasmo entre alfombrados de rojos plantíos, de vasallaje y escarnio. Manadas interminables de adalides e ilustrísimas de alto abolengo y rango con sus capisayos y pendones al cielo desplegaban sus blasones e hidalguías, a fuego de sudores, de gleba y plebe fundidos.

Aquel boato de excelentísimos baldaquinos, reverendísimos palios y oropeles, ahogaron más de una vez la mezquindad de mi infancia diminuta y escasa. Recuerdo una vez que una esdrújula quedó encasquillada en mi garganta, fue la palabralástima; se me atragantó como el zancarrón, al perro; y corriendo me llevaron al albéitar. Fue inútil; y hasta hoy la llevé estrangulada en mi laringe.

Por eso cuando me enteré de que el gobierno había dictado una ley para desterrar el tratamiento de excelentísimo de los salones del pueblo donde en ilegítima lid se había instaurado, aquel antiguo sustantivo de lástima, que de niño quedara fosilizado en mi proletaria garganta, volvió de nuevo a visitarme, pero esta vez, revestido de alegría. Y el hueso que a mi perra le atravesara el galillo, por fin desatrancado, volvió a su adopción legítima: trato justo e igualitario de señor o señora, como corresponde.



Juan Serrano
de su blog: blao
9 octubre 2012










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