viernes, 5 de octubre de 2012

LA SORPRESA DE KENDRA (Narciso de Alfonso)

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Kendra cogida de sorpresa junto al perchero, cómo agradece un sencillo merodeador las sorpresas, que impiden preparar la compostura y la postura, que son una improvisación de la mirada y de la boca y de los brazos y del cuerpo esquelético y particular, que cuando llueve se moja, como los demás.


Kendra está, quizá, más hermosa improvisada, impensada, impremeditada, espontánea de sí misma, aunque tal vez es, más bien, que está hermosa de otra manera, de una forma más simpática y desenfadada y tal. Con la sorpresa, el codo se le ha puesto muy agudo, y se le marcan bien los músculos de los brazos; en el pecho, sobre la seda, lleva un medallón que parece la insignia de los dioses.


Tal vez se estira, se ciñe el vestido con fuerza y con las dos manos, como si se hubiese cogido prisionera a sí misma o como si fuera a tenderse para secar. Con la boca entreabierta vemos la lengua y los labios húmedos y los dientes; con la mirada sorprendida vemos el color claro, quizá gris o verdoso, de sus ojos y las pupilas grandes: justamente los aterciopelados canales de la mirada por donde una imagen, una figura entra como un sorbo de miel y dentro se convierte en un mar sin estatura.


Kendra está hermosa como una indígena de esta civilización que posiblemente no se la merece, como una nativa de hombros angulosos y codos afilados.
 




Narciso de Alfonso
del blog

El merodeador
 
 

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