sábado, 6 de octubre de 2012

CONFESIÓN INFERNAL (Babiluno)

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Juro por dios que no tengo nada en contra del sapo con sotana que me echó horrorizado del confesionario tirándome una alpargata a la cara. No había terminado de contarle mi pecadito, cuando soltó un alarido animal que rebotó mil veces contra las paredes rocosas haciendo que todos los santos se tambalearan dentro de sus hornacinas. Eco tras eco, el grito del cura se fue diluyendo hasta perderse entre los profundos claroscuros de la iglesia. Cuando ya se barruntaba el silencio, un estruendo final lo revolvió todo. El pobre San Dionisio no había podido evitar estrellarse contra el suelo perdiendo su cabeza por segunda vez. Los santos supervivientes, que habían contem-plado con pavor la decapitación de su compadre, se esforzaron por detenerse sobre sus peanas hasta quedarse más quietos que un clavo. Ninguno de ellos estaba dispuesto a repetir la dolorosa experiencia de su propio martirio ni en pintura.
 
 
 
 
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