lunes, 29 de octubre de 2012

AMSTEL-DAM EN "CONFUSIÓN DE CONFUSIONES" DE JOSÉ DE LA VEGA (Lecturas hispánicas)

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Esta joya redescubierta a principios del siglo XX, es el primer libro sobre la bolsa.  Fue su autor José Penso de la Vega, un escritor y comerciante judío de Córdoba que hubo de emigrar en el siglo XVII a Holanda.

Lecturas Hispánicas, un blog -como balconcillos- con vocación editorial, lanza ahora en versión digital una edición con notas técnicas y una breve introducción a cargo de Antonio Envid Miñana.
Componen Confusión de confusiones diversos diálogos curiosos entre un philosopho agudo, un mercader discreto, y un accionista erudito, describiendo el negocio de las acciones, su origen, su ethimologia, su realidad, su juego, y su enredo.

En el texto que destacamos a continuación vemos la etimología de "Amsterdam" y el porqué -según José de la Vega- recibe el mercado de cambios el nombre de "bolsa".



MERCADER: El lugar y el modo con que se forman estas ruedas y se ajustan estas partidas, quisiera saber, sino sirviera á nuestro amigo de fatiga para que ya que aprendimos la origen, el inventor, y el enredo, no ignorássemos el modo del combate y el lugar del desafio.

ACCIONISTA: Es tan continuo y incessable el negocio que apenas hay lugar fixo que pueda intitularse su palestra; sin embargo, son el Damo y la Bolsa los que mas se frequentan, empeçándosse á luchar en el Damo desde las diez hasta las doze y en la Bolsa desde las doze hasta las dos.

Es el Damo una plaça que tiene el Palacio (á que llaman Casa de la Villa) por frontispicio, y llámanle los Flamencos Dam que significa en su lengua Un terrapleno que se haze contra el ímpetu del agua por haverse hecho en esta plaça uno destos terraplenos para defença del Amstel que es el rio de que toma esta ciudad de Amsterdam el nombre, corrumpido de Amstel-Dam en Amsterdam.

Aqui empieça las mañanas el juego que dura hasta que se cierra la Bolsa á medio dia, donde acuden todos en chusma, por no pagar lo que se suele, despues de estar cerrada; y vá prosiguiendo en ella la batalla, sin que se suspendan las armas en los mayores cansancios, ni se propongan las treguas en los mayores ahogos.

Es la Bolsa una plaçuela circundada de pilares (aunque si hay algunos de los que se arriman á estas colunas que son como la del fuego por lo que luzen, no faltan otros que sean como la de nube por lo que recatan la necessidad y encubren el estado) y llámasse Bolsa, o ya por encerrarse los mercaderes en ella como en una bolsa, o ya por las diligencias que haze cada uno por llenar la suya en ella, tomando el nombre de las causas, á imitacion de las tres mas decantadas Academias de la Grecia que unas lograron el nombre por el author, otras por el lugar, y muchas por los effectos.
(...)




De la segunda classe es la Bolsa que toma como los peripatéticos el nombre de los effectos; y queriendo dezir la palabra Bolsa cuero en griego, hay muchos accionistas que quedan en cueros en esta Bolsa.

Llamaron los antiguos Bolsa á Cartago por el engaño que traçaron los Fenicios á los Africanos, pidiéndoles todo el sitio que pudiessen ocupar con el cuero de un buey; y con mucha razon deve llamarse Bolsa este lugar por los engaños que machinan algunos accionistas en este sitio, antes si por el que lleva doblada intencion en lo que propone, pregona el adagio castellano que tiene bolsillos en el coraçon, bien escarmentados viven los sinceros de los que llevan á esta Bolsa estos bolsillos (*). El modo con que se effetuan las partidas es tan ridículo como el juego, pues si en Levante se ajustan á cabeçadas, aqui se ajustan á palmadas y á golpes. Mas ay dolor! que aspirando muchos á la palma que las palmadas les prometen, lloran los golpes con que la fortuna los abate.


José de la Vega
Confusión de confusiones (1688)

Con notas de Antonio Envid Miñana



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(*) El autor da unas retoricas explicaciones para el origen del nombre Bolsa. Su denominación procede de la costumbre que tenían en Brujas los comerciantes de reunirse en la casa de un gran especulador llamado Van de Boursen en cuya fachada lucía un escudo con tres bolsas en alusión al apellido.

En España y en Italia se denominaban lonjas y “loggias” a los lugares donde se reunían los mercaderes, por usar para ello los soportales de alguna plaza.






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