jueves, 14 de junio de 2012

ESQUILADOR DE RESES (Juan Serrano)

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Escasos o despistados lectores se pasaban antes por estas páginas. (Aunque no sé, ¡tal vez sea mejor que este sitio permanezca desierto, que visitado por cientos de voyeurs salidos!)

Entradas de relatos, historias y otros temas de literatura y filosofía casera, al resol de la indiferencia, por aquí andaban, más aburridos y solos que un vendedor de corbatas en un balneario nudista.

Hasta que un día colgué
Tetas al aire. Desde entonces blogueros a granel no paran de visitar Blao. Y este aluvión de visitantes, que pudo ser estímulo y euforia para que mi caletre siguiera feraz en este quehacer ilustre de bitácoras, se ha convertido por el contrario en desilusión y desgana. El ser por muchos reconocido, sólo por la procacidad de mencionar las ubres de las cabras, me pareció insustancial, por no decir asqueroso, dado el cariño innato que le tengo a estos cuadrúpedos rumiadores. Y también me sentí indigno, al ser blanco indebido por circunstancia, a todas luces, vergonzosa e injusta.

¡Ingenuo de mí! Con estas glosas, creaciones y reseñas que con asiduidad me despachaba, creía que promocionaba el pabellón del amor por la literatura, o que en cualquier caso al menos contribuiría a la conservación de la capa de ozono. ¿Y qué es lo que he conseguido? Levantar la liebre de cazadores en busca de carne tierna. Por supuesto nunca fue mi intención constituirme en reclamo de proveedores de viagras, y demás afrodisíacos o anabolizantes. Y ahora, a todas horas acosado me veo por moscardones chupópteros, que con sus mensajes publicitarios, aguijones, músculos erguidos, senos exuberantes y recetas psicotrópicas me dejan con los dientes largos, la moral por los suelos, y a medio izar el banderín de mis pretensiones literarias.

Me pasó lo mismo hace un tiempo con la publicación del
Dedo de Mou. En aquella ocasión, innumerables foreros del fútbol invadieron este espacio cual si se tratara del derbi más disputado del siglo. Y en honor a la verdad, he de decir que ambas crónicas versaban sobre asuntos que nada tenían que ver con sus títulos. Las palabras que las precedían tan sólo eran metáforas para despertar el apetito de su lectura. Escribí Tetas al aire como demostración palpable de mi falta de memoria, y por mi despreocupación y desaliño en el vestir sofisticado. Y en cuanto el Dedo de Mou, quiso ser una refinada arenga en favor de la sostenibilidad del planeta. Tanto un texto como otro, ambos fueron cogidos como los rábanos: por el rabo.

Más me hubiera valido emplearme como palafrenero, sexador de pollos o esquilador de reses. Las cabras me lo hubieran agradecido. Y a las letras, por supuesto, les hubiera sentado de maravillas que un desafortunado en literatura dejara de cortejarlas de forma tan desastrosa.




Juan Serrano
(En el blog
Blao
30 marzo 2012)

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