miércoles, 21 de marzo de 2012

AMOR RURAL, fábulas de desamor (Antonio Envid)

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AEM

 
Siempre el mismo soniquete. Porqué no buscas una buena chica y te casas. Te vas haciendo mayor y yo no te duraré siempre, Indalecico, hijo, te encontrarás solo y viejo. ¿Cuándo me vas a traer unos nietos? Estas hecho un pendejo y sigues más solo que un lagarto. Quiero morir rodeada de mis nietos. Siempre igual, que cansina, cuanto más vieja, más matraca. Me voy al bar al menos allí no la oiré. Dónde voy a encontrar a una mujer si no quedan en el pueblo, si se han ido todas a Madrid y aquí no estamos si no una cuadrilla de mozos viejos.

-Indalecio, siéntate y tomate una cerveza, que estamos preparando una cacera para el sábado. Vamos a por unos conejos y nos los comemos en la bodega.

-Vosotros iréis a cazar conejos a Madrid, como todos los sábados.

-Que ya no hay que ir a Madrid, que nos los traen a la puerta de casa ¿no sabes? pues serás el único.

-Vienen dos o tres autocaravanas desde Madrid y se ponen en lo de Paco. El sábado pasado en dos horas nos limpiaron los bajos y la cartera a todos los tiones del pueblo.

Indalecio se va asqueado de tanto amontonamiento de testosterona, tanta virilidad, sin una mujer que dulcifique el ambiente. Cada vez más viejos y más lúbricos. Le agobia el ambiente áspero, de reto constante, la burla cruel, provocada por una masculinidad homogénea que termina por ser homófoba. 

Después de darle muchas vueltas al tema, Indalecio tomó una decisión, terminó por echarle los tejos a Mélodi, una mucama que servía en casa de doña Filomena, la mujer del alcalde, agente del Bankinter, de dos compañías de seguros, distribuidor de Piensos Arquero, dueño de la funeraria y jefe local del partido que siempre ganaba las elecciones. La tal Mélodi, a pesar de su nombre de sugerencias sinfónicas, más bien era una fanfarria, bajita, endrina, cuellicorta, patizamba, culona, de pelo negro y grasiento trenzado en una eterna trenza arrollada a la cabeza, que para destrenzarla haría falta la ayuda del tractor, vamos, todo un arquetipo del altiplano andino, pero era de voz dulce y parecía sufrida para el trabajo.

No se sabía porque, pero la boda no se celebró en la iglesia como habría deseado la madre de Indalecio, sino que fue oficiada por el señor alcalde en el salón de plenos del ayuntamiento. Corría el rumor de que la doncella andina había tenido dos o tres maridos allá en su tierra. Había que ver a la concurrencia del mocerío, derrotados, sonámbulos, alguno roncando ferozmente, mientras el señor alcalde silabeaba, más que leía, algunos artículos del Código civil que le había dejado señalados el secretario, sin que nadie entendiera ni jota, lector incluido, de lo que allí se decía. La causa de tanta derrota era la fiesta de despedida de soltero con que la víspera habían obsequiado los mozos a su compañero, incluyendo autocaravanas hechas venir ex profeso de Madrid.

Cuando arrancó de la plaza la furgoneta con un largo apéndice de botes alambrados a la trasera para conducir a los flamantes novios a un breve viaje de bodas a Madrid, saltaban las lágrimas entre la concurrencia, quizá más por la general cogorza, que por verdadero sentimiento.
A los seis meses del casorio correteaba ya por la plaza un muchacho desmedrado y cetrino con tórax en forma de barrilete y cabeza hundida en él y en el pueblo se decía: “Coño con Indalecio, qué fuerza debe tener, en seis meses ya tiene un chico de cinco años. Lo que tendría almacenado el hombre.” Pero es que seis meses más tarde, correteaban dos, del mismo genotipo, el segundo un año mayor.

Total que en un par de años toda una turba de chicos y chicas del altiplano poblaban el pueblo. La madre de Indalecio preguntaba “Pero, hijo, de donde ha salido esta tribu de indios”. “Son tus nietos”, contestó secamente Indalecio. A la pobre mujer le dio un patatús y se quedo en el acto. En su entierro se vio envuelta por toda una muchedumbre de indios andinos. Tal como había deseado la pobre mujer: ser despedida por toda una caterva de nietos, se cumplió su sueño, de modo que se iría feliz de este mundo.

En el café le decían a Indalecio: “Coño, Indalecio, sin hacer ningún esfuerzo te encuentras con toda una familia de hijos, y además criados ya.” Indalecio no contestaba pero hacía un ostentoso cabeceo semejante a como mecen la testa los cabestros para espantarse las mosca.   






 Antonio Envid


3 comentarios:

  1. Mélodi , una flor de otro mundo (Icíar Bollaín)
    Nuestro, Indalecio, ¿un gallego, otro gallego para esta flor?.

    Hermoso cuento este de amor rural (dentro del ciclo: fábulas de desamor)

    Gracias por el relato

    isabel

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  2. El autor del guión de Flores de otro mundo, como sabe Isabel, es nada menos que Julio Llamazares
    yo no aspiro a tanto pero siempre es mejor tener buenas referencias
    Katmandú me la he perdido, pero También la lluvia me pareció una extraordinaria y valiente película que no fue suficientemente valorada

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  3. Katmandú tampoco la he visto yo.

    Pesó más en mí los prejuicios ajenos -esos que ridiculizan a las almas buenas, tipo la maestra protagonista-
    Si la veías y comentabas, según con quien, era infumable
    y viéndola o no viéndola, comparto con la protagonista la opinión que, con independencia de lo pobre que sea el país, la enseñanza de los maestros/as debe de ser de la mejor calidad, pero claro esto debe salir de él/ella, de su corazón y de su cabeza.
    No se lo puede exigir ni un estado ni una sociedad que los maltrate (en todos los aspectos, también el económico)y ridiculice en numerosas ocasiones.
    Como ridiculiza el valor del conocimiento, del esfuerzo a favor del ingenio en el chiste fácil.
    Donde el valor es la fama, el dinero fácil y la manipulación del otro.

    Así que me ahorré berrinches o malestares y claro me perdí la belleza de los fotogramas, los fabulosos paisajes,saber de las interpretaciones etc. etc. (me perdí poder tener opinión propia)

    Me gusta el cine de Íciar Bollain y las novelas que he leído de Julio Llamazares.
    Esa'lluvia amarilla" ha sido y es motivo de que muchas personas peregrinen a Ainelle


    Buen día

    Isabel

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