miércoles, 30 de noviembre de 2011

SOY UNA VIEJA MALETA (Juan Serrano)

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Si te dijera que soy una vieja maleta perdida en la bodega de un aeropuerto con destino a no sé a donde, me llamarías fetichista.



Si te dijera que soy la pisada que sigue la huella emborronada de mi andar equivocado, me llamarías zahorí de pozos ciegos.



Si te dijera que vivo en un texto, me llamarías inquilino plagiador. Mallarmé lo dijo: todo el mundo existe para acabar convertido en un libro.



Si te dijera que soy aquel taumaturgo -según cuenta Dostoievski- que después de haber sido decapitado, cogió su propia cabeza, la besó y la lleva eternamente en sus brazos, presuntuoso taxidermista me llamarías.



Y soy tan sólo una reseña, un borrador borrado, una parte sin todo, satélite sin planeta, un apéndice descolgado, voto barrido en las urnas del desencanto.



Me escribo en hojas de otoño que tiro a la papelera, me miento, me invento, me reencarno hasta morirme. Mis relatos, sus engaños y enredos, los puntos suspensivos, lo que callo, presumo y muero barruntan a este burlador de letras desplumado por el tiempo.



Juan Serrano
(En el blogg Blao)

martes, 29 de noviembre de 2011

EN LA TRASNOCHADA 60 (María Jesús Mayoral Roche)

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En Villamayor de Gállego, 28 de noviembre de 2011

En esta trasnochada, al hilo de lo que dice mi “alter ego” Azulenca y lo que dice Juan Serrano en su artículo Praxis-Poiesis, se arremolinan muchas ideas en mi cabeza, empezaré por hablar de alguna. El problema no está en que Zapatero se comprometiera con USA , de hecho estábamos vendidos a ella desde hacía tiempo; tampoco estaba la dimisión entre sus planes. El caos no obedece nunca a una única causa sino a un conjunto. Primero de todo, Rodríguez Zapatero fue llevado a La Moncloa accidentalmente. Su partido compuso una elección casual para darle el papelón de su vida, tan casualmente que tuvieron que cocinarlo y darle vuelta y vuelta para que no saliese elegido José Bono. Segundo, más importante y grave si cabe fue el atentado en Madrid del 11-M, el que le dio la victoria en las elecciones generales contra todo pronóstico. Pero por qué fue elegido Zapatero por los de su partido. ¿Quién era este hombre? Pues era un hombre de partido y nada más. Un candidato que no conocía la Administración porque no era funcionario, que no sabía de Justicia porque no era abogado, que no sabía de economía porque no era economista, que no sabía idiomas porque en su generación apenas se estudiaban; un hombre, que sin saber nada y con una licenciatura raquítica en Derecho, sin haber destacado en nada, se encontró con el poder en sus manos.


Este tipo de hombres de paja suelen llegar al poder auspiciados por los afines con el único fin de manejarlos. Un hombre que no sabe nada, en teoría, debería dejarse aconsejar. Eso creyeron algunos, pero nada más lejos de la realidad. En cuanto Rodríguez Zapatero llega al poder, él y sólo él decide llevar a cabo su plan. Y para hacerlo se rodeó de gente que estuviera por debajo de él en todos los sentidos. Así se explica el caletre e intelecto de la colección de ministros/as que ha tenido a lo largo de sus dos legislaturas. A continuación se tomó la revancha de los cuarenta años de franquismo, y para quitarse el amargor se dio el gustazo con la Ley de la Memoria Histórica. Por otra parte los socialistas son expertos en amiguismo, se lo trabajan un poco, consiguen apoyos y a triunfar. El resultado es el actual: una España arruinada y un PSOE en la cuerda floja. Y después de perder las elecciones y haber arruinado España, no conforme con ello, los socialistas siguen despilfarrando hasta hundir nave. Lean Vds. el Boletín Oficial del Estado: siguen tirando el dinero. Yo creo que lo hacen para castigar a los españoles por la derrota sufrida en las urnas. Y es que los hombres de partido obedecen y viven sólo para el partido, el resto no les importa.


Pero hablemos ahora de compromiso literario y de compromiso político, debo decir que en España nunca lo ha habido; nadie se ha puesto de parte o al frente de los desfavorecidos, ni políticamente ni literariamente. En este país el que no está con el régimen de turno está contra él. Si a mí me va bien los demás no me importan, no me enfrento a nadie no vaya a ser que haya represalias. Y como se actúa en función del miedo o la comodidad uno se pone de parte del régimen de turno para medrar, eso es lo que importa: cobrar la subvención y vivir del cuento. Y desde que inventaron la subvención la creación ha desaparecido por completo y su lugar lo ocupa la mediocridad, que es la representante oficial de los subvencionados. No voy hablar de la cultura en tiempos de Franco, pero quiero recordar que los más comprometidos se expresaban con metáforas para la minoría, el resto se quedaba con la representación y vale. En aquella época triunfaba Alfonso Paso y Buero Vallejo era para unos pocos. Todos hemos culpado a Franco de aquel período baldío donde algunos se veían obligados a publicar en Argentina: caso Camilo José Cela. Y ahora… A quién echaremos la culpa del triunfo de Tele 5 y de la muerte de la Literatura. Y es que la Literatura en estos últimos años ha ido de mal en peor hasta que la han matado, les molestaba: ahora las sustitutas de la Literatura son las ventas, papel que no dice nada y deja dinero.


Así pienso en esta trasnochada cuando dejo de pensar como Azulenca. Y como resumen final, decir que todo lo que va surgiendo y todo lo que se va desmoronando son jugadas maestras de los grandes amparándose en la globalización. A partir de ahora cuenta el dinero y los ricachones. Hace poco leí en un periódico que César Alierta, el presidente de Telefónica, se sentó a tomar café en una terraza de Serrano, pidió el servicio de un limpiabotas y le dejó de propina nada menos que cien euros; a la hora de pagar el café dejó otros diez sin reclamar las vueltas. Generosa resultó la hazaña de Alierta, por supuesto los que tienen contratado el ADSL , televisión, móviles y demás productos con Telefónica también han contribuido a la propina, que para eso pagan todos los meses. Viéndolo así, hasta la generosidad es global.

Os dejo unas bonitas imágenes acompañadas de una música que consuela.

María Jesús Mayoral

lunes, 28 de noviembre de 2011

CRÓNICA MATERNAL (Por Azulenca)

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MJM

Yo que para matar el tiempo acostumbro a montarme puzles mentales me he planteado el siguiente. No entiendo cómo Mariano Rajoy le ha dado el pesado trabajo de traspaso de poder a Sorayita Sáenz de Santamaría y del niño Iván, su retoño. Precisamente a ella, una madre novata y cuarentona en plena cuarentena con el papelón de la lactancia y los pañales; ella, la más diminuta de las criaturas del PP con esa carita marcada con su diéresis nasal, me hace pensar por qué Mariano le ha dado semejante cometido a una mujer que debería estar con la baja maternal. Y es que Mariano, como buen gallego, a veces funciona al revés y otras de medio lado. Después de esta componenda mental me he dicho: Azulenca, ¿eres tonta o eres tonta? Pero qué trabajo pesado ni qué ocho cuartos; si los socialistas en ocho años no han hecho nada. Qué trabajo va a hacer esta mujer si no hay nada que recoger, salvo agujeros, facturas de protocolo y un cajón de altos cargos que no debe caber en la Plaza de España. Mira que si Leire denuncia a Mariano por explotador de género…

Esperanza chulapa castiza Presidenta de Madrid ha cortado una cabeza, ha caído Granados, el de la testuz rizada. Este hombre ignoró el primer aviso que tuvo en las elecciones autonómicas y se ha caído en las generales. Que no se descuide Esperanza, que este Granados tiene pinta de andar unas cuantas leguas con la cabeza en la mano. Tras su “guillotinamiento” Granados declaró que salía de la Secretaría General con la cabeza muy alta. Genial.

Los socialistas van a celebrar un congreso para ellos solos y se promete interesante. Los presuntos candidatos no se atreven a dar la cara; sin duda le tienen miedo al candidato Alfredo por excelencia. A Tomás de Parla le ha dado uno de esos apretones mentales y ha dicho, que cuantos más candidatos se presenten más democrática será la elección. Estoy viendo ya el espectáculo del congreso: Rubalcaba atrincherado con sus hijas de la paridad la Valenciano, Trini, Leire y otras chicas del montón cantando a coro “No nos moverán”. Yo le recomendaría a Alfredo que se enfundara el disfraz de banana que se ponía Mortadelo para decir: yo, me mondooooooo. Si después del varapalo electoral Rubalcaba no acepta la realidad, desde luego es para mondarse.

Zapatero le dijo a Rajoy que iba a colaborar en el traspaso de poder. Yo a Zp no lo querría ni para el reparto de una herencia; tratándose de deuda y ruina que se vayan tomando los Populares una Cafinitrina para evitar la angina de pecho. Me figuro que antes de abandonar la nave, los del puño y la rosa terminarán de dar la puntilla a nuestra piel de toro. De hecho el BOE a día de hoy viene lleno de vacantes de libre designación para los amiguetes; además, en esa generosidad socialista con los desfavorecidos a costa del contribuyente, por ejemplo, Trini del Ministerio de Asuntos Exteriores, Piratería y Rescates sigue otorgando subvenciones para el desarrollo. Para el desarrollo fuera de nuestras fronteras, se entiende. Entretanto en la puerta de Mercadona un pobre señor te vende ajos a un euro, mientras, otros dos quedan apostados pidiendo limosna. Estoy hablando de España.

A Leire -reina de los mares cuando no ejerce de sibila en trance, Pajín en estado normal capilar- le están buscando poltrona donde desperezarse, bostezar a gusto y que le paguen más por dicha actividad. El sillón rondaría por la ONU; yo le cedería el sillón de mi peluquería para que le dieran una buena pasada de agua y jabón a ver si así le salían a flote las ideas.
Hablando de estilismos… A ver, qué le pasa al Alcalde de Zaragoza. ¿Dónde tiene los ojos Mari Cruz? Me parece poco serio y menos favorecedor ese flequillo de choto que se ha echado Juan Alberto para todos los días, que se lo mire y atuse antes de salir de casa.

Caso Urdangarín. La dinastía borbónica, salvo alguna excepción, no se ha distinguido por su inteligencia. Mejor que admitir en La Zarzuela a un aristócrata soriano y a un jugador de balonmano como yernos, visto lo visto, les hubiese ido algo mejor con un logopeda y un mecánico. No digo más.

El miércoles al cine. Another Year. Una de esas películas que tanto me encantan en las que estás esperando dos horas a que pase algo y no pasa nada.


Azulenca

 

domingo, 27 de noviembre de 2011

¡ES LA GUERRA! (Narciso y Servando)

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Sería todo, todo tan hermoso si hubiera guerra, Mary Paz. Con muchos enemigos a los que matar, hala, sangre por las paredes, los edificios derruidos, las calles llenas de cascotes. En una guerra yo estaría siempre con el bando que tuviera más enemigos, sí, una guerra simplifica tanto las cosas, Mary Paz. Date cuenta, enfrente hay unos tipos a los que tienes que matar, a los que debes matar. Es la leche. Diez, veinte, es igual, cuantos más, mejor. Que una iglesia no acaba de gustarte, pues la derribas y ya está, así de fácil, sin pedir permiso al ayuntamiento ni a los bomberos. Pobre San Pancracio, ya no tiene casa. Que pasas por la calle de aquella novia que te dejó por otro, venga dinamita y fuera malos recuerdos. Cuánta purificación interior y exterior en diez minutos, Mary Paz, qué desahogo.
Y el ruido de los cañones que no dejan de disparar, ay, cuánta lujuria, con lo afrodisíaco que es el olor de la pólvora, y el fuego de los incendios al anochecer, qué nostalgia de pronto.
 
-Pero Sire, por el amor de Dios ¿qué hace?
-¿Que qué hago, waiter?  Estamos en guerra, ¿no?
-Yes, Sire, pero...
-Ni pero ni para ni poros...  Es el momento, waiter.
- ¿El momento de qué, Sire?
-De acabar de una vez con todo.
-Pero Sire, por el amor de dios...
-Que me dejes, waiter...
-Pero Sire, qué culpa tiene la coctelera forrada de astracán...
-Toda, waiter.  ¡Toda!
-Sire, perdone, pero, se lo juro: de verdad, a veces pienso que...
-La coctelera de astracán representa todo, waiter.  Todo lo negativo, todo lo impuro.  La mixtura más soez, el eclecticismo más absurdo, el materialismo dialéctico, ¡todo!  Todos nuestros males se hacen presentes en la coctelera de astracán.
-Pero Sire, ello no le da derecho a tamaña agresión.
-Pues espera, waiter, espera que termine y verás.
-¡Qué horror, qué horror, mi coctelera de astracán inundada de vino Don Simón, como si de un banal tetabrick se tratara!
-Es la guerra, waiter, ¡la guerra!  ¿No lo entiendes?
-No sé, Sire, no sé si podré resistir esto, pero ¿y qué hace, qué va a hacer ahora?
-Fanta, waiter, necesito fanta de naranja, fanta de naranja y un poco de coñac, del peor que tengas.
-Ah no, en mi coctelera de astracán, no, se acabó, Sire, lo siento.
-Waiter, haz el favor de devolverme la coctelera.
-Que no Sire.  Lo siento pero no.
-Waiter...
-Que no.  Lo del don Simon, ya es de por sí insoportable, pero pretender utilizar mi coctelera para una vulgar sangría...  No, Sire, lo siento pero antes habrá de pasar por encima de mi cadáver.
-Pues dime, sire, dime dónde está tu cadáver que pasaré sobre él sin ningún problema.  ¡Es la guerra!  Venga, dí, dónde está tu cadáver.
-Escondido, Sire.
-¿Escondido?
-Yes, Sire, y no pienso decirle dónde.
-Waiter...
-Ni por pienso, Sire.
-Jé, waiter...  Ya sé, ya sé dónde se ha escondido tu cadáver, je.
-Ni se lo imagina.
-Jé, lo tienes dentro, dentro de tu cuerpo, jé.
-Qué vulgaridad, sire, todos llevamos escondido un cadáver, pero el mío ahora mismo, en estos momentos, lo guardo a buen recaudo y no está precisamente aquí, je.
-Cómo, ¿no?  Waiter, una de dos: o  me devuelves la coctelera de astracán o me dices dónde has escondido tu maldito cadáver.
-El 7897.  ¡Para hoy, llevo la suerte!
-Joer, siempre tan inoportuno, largo, ciego de mierda.  Venga, waiter, arreglemos esto de una vez.
-Yo podría ayudarle.
-Con el 7897, ¿verdad?  Váyase a la mierda.
-Mire...
-Ah, sí, eso está bien.
-Lo ve, ya le he dicho que podría ayudarle.
-Pero qué es esto, Sire.
-Lo que ves.
-¡Un revólver!
-Es la guerra, lo sabes.
-El 7897
-Será cabrón el muy ciego.
-Venga, trae, dame la coctelera.
-Para hoy la suerte.
- Ya le he dicho que no, Sire.
-Waiter...
-Mátelo, mate al puto camarero, dispare de una puta vez ¿no es la guerra?
-Calle, ciego de mierda... A todo esto, ¿cómo ha podido entrar en el Cuesco?
-Pisoteando el Pentalfa.
-¡¡¡El pentalfa!!!!  ¿Cómo ha podido ser capaz de pisar el pentalfa?
-Joer, waiter, porque no lo ha visto, ¿no ves que es ciego?
-También usted, Sire, pero jamás se hubiera atrevido a pisarlo.
-Porque mi ceguera es inteligente, waiter.
-Y ahora, sire, ¿qué pasará ahora?
-Nada, si me devuelves la coctelera de astracán.
- La suerte para hoy...  Dispare, sire.  Venga, dispare de una vez que esto me empieza a aburrir.
-Tú te callas, ciego de mierda.
-Ah, bueno, a mí como si...  El 897, para hoy la suerte, amigos.
- Está bien, tú lo has querido, waiter.
-¡ILSA!  Qué hermosa eres.
- Muy bien. He intentado razonar contigo. He hecho cuanto he podido. Ahora exijo esos salvoconductos. Ve a buscarlos.
- ¿Los salvoconductos, ILSA? 
-Sí, los salvoconductos, venga, ve a buscarlos.
-No es necesario. Los llevo aquí.
-Ponlos sobre la mesa.
-No
-Por última vez, ponlos sobre la mesa.
-Si tu causa te importa tanto, nada va a detenerte. Muy bien te lo pondré más fácil.
-No te acerques tanto
-Anda, dispara. Me harás un favor.
-Para hoy, la suerte. ¡Adios, imbéciles!
-Mire Sire, el ciego.
-¿Qué pasa con el ciego? No conseguirás distraerme.
-Se acaba de largar con la coctelera de astracán.
-Será cabrón.  Venga, vamos, vamos tras él waiter.
-Lo dudo, Sire, lo dudo.
-¿Que podamos atraparle?  ¿Por qué lo dudas, waiter de mierda?
- El pentalfa (*), Sire.
-Es verdad, ¡el pentalfa!
-Ahora sí que la hemos hecho buena.
-Pero esto es la guerra, waiter.  Hay que aprovechar.
-A mí, sire, perdone, pero sin mi coctelera de astracán nada me aprechará ya en este mundo cruel.
-Pero waiter no te desanimes, hombre, hay muchas cosas que podríamos hacer.
-Para mí ya, nada, Sire. Nada me confortará en esta asquerosa vida.
-¿Y los escolapios?
-¿Los escolapios, Sire?
-Los dos les tenemos ganas, no me digas.
-No le entiendo.
-Pegarles fuego de una puta vez por todas.
-Eso sería maravilloso, Sire.
-Date cuenta que esto es la guerra.
-Es verdad, Sire, ¡es la guerra!
-Vayamos allá, venga.
-¡Vayamos!
-Se van a acordar, todos.  Las van a pagar todas juntas.  ¡Esto es la guerra!
- ¡Venga...!  Pero, Sire...
-¿Qué demonios pasa ahora, waiter?
-Que o podemos salir.
-Cómo que no podemos salir...
-¡El Pentalfa, Sire!
-Pardiez ¡el pentalfa, es verdad!
-Esto es el fin.
-Sí esto es el fin.
- Peor que la guerra, Sire.
-Mucho, mucho peor, ya lo creo.
-Y ahora ¿Qué podemos hacer?
-No lo sé, waiter, no lo sé, la verdad.  Seguiré mirando periódicos, haciendo crucigramas.
-Sí, pero ¿y yo, Sire, y yo?
-Tú de momento ponme una manzanilla.
-¿Y mi coctelera de astracán?
-No te preocupes, la recuperaremos. El ciego ese maldito volverá y la recuperaremos.
-Entonces, sire, ¿se acabó la guerra?
-Sí, waiter.  Nuestro sueño se esfumó. Qué nostalgia de pronto.



Narciso de Alfonso
Servando Gotor
Cuescos

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(*)  Referencia al Fausto de Goethe:

MEFISTÓFELES
He de confesarlo: hay un pequeño obstáculo que me im­pide salir de aquí, la estrella de cinco puntas del umbral[L1] .

FAUSTO
¿Te hace daño esta estrella? Pues si eso te espanta, hijo del infierno, dime entonces, ¿cómo entraste aquí? ¿Cómo conseguiste burlar a ese espíritu?

MEFISTÓFELES
Fíjate en ella. No está bien trazada. El ángulo que va ha­cia fuera, como ves, se abre excesivamente.

FAUSTO
¡El azar ha acertado! ¡Eres mi prisionero!...

 [L1]La pentalfa: las cinco puntas de la estrella representan, respectiva­mente, cada una de las letras de la palabra «Jesús». Al ser esta un símbolo sagrado, molesta sobremanera al diablo.

PUEDE VERSE EN LA RED UNA BUENA EDICIÓN DEL FAUSTO DE GOETHE CON ABUNDANTES NOTAS, DE LA QUE SE HA EXTRAÍDO LA AQUÍ RESEÑADA, PINCHANDO AQUÍ:  FAUSTO

sábado, 26 de noviembre de 2011

AUTORREFERENCIA (Ángel Ferrer)

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SGS



Solo,
el vacío
y yo en su interior,
vagando
por un espacio lleno de ruidos,
que apuntan hacia mí,
que quieren mover mi centro,
pretendiendo hacer sinapsis.

A veces vienen a verme,
fugazmente,
y se vuelven
ellos no viven aquí.





Ángel Ferrer
Autorreferencia


viernes, 25 de noviembre de 2011

RETABLO DE LAS SEÑORITAS DE AVIÑÓN (Antonio Envid)

Dos mujeres en el bosque (1910) Ernst Ludwig Kirchner
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-Han llegado las señoritas de Aviñón, lord Flabbypenis.
-Okey, Longface, hazlas pasar. ¿Han entrado por la puerta del jardín?

-Yes, milord. Como su excelencia ha ordenado, con toda discreción. Le recuerdo que Lady Broomstic ha salido a tomar el té con la esposa del Lord del Almirantazgo y con lady Juanitabanana a Joanesburgo. Me ha encargado que le diga que no la espere antes de las 8 P.M. de dentro de diez días.

(el mayordomo se mantiene tieso como si se hubiera tragado un palo)

-Gracias, Longface, esperaré impaciente a mi esposa. Oye, que se limpien bien los pies en la alfombra de la entrada, no quiero huellas, ya sabes lo observadora y susceptible que es Lady Broomstic.

-Si milord, como su excelencia ordene ¿Sirvo el té aquí o en la biblioteca?

-¿Estás de coña Longface? ¿Tienen pinta de intelectuales las tales ladies? ¿Crees que han venido a tomar el té y discutir de literatura? Dispón de un bufé frio en el dormitorio y abundante güisqui. No me jodas y no pongas mi malta especial de los jailands, con un ballantines van que chutan. Con que te me chupes tú el malta ya es suficiente.

-¡Qué cosas tiene, milord! Si no nos conociéramos de tanto tiempo, uno pensaría….

Vuelve el mayordomo y dice con la seriedad de quien anuncia a un inspector del fisco:

-Milord, las señoritas de Aviñón. My lord, the Avignon´s ladies. Sieur, les demoiselles d´Avignon. Las senyoretas del carrer Avinyó.

-No hagas alardes Longface, que no vienen al caso, ni tampoco te voy a subir el sueldo, que estamos en crisis.

Se abre la puerta y empiezan a entrar, como empujados por una fuerte corriente de aire: pantorrillas, tetas desemparejadas, narices, medias caras en forma de triángulo, antebrazos, muslos, unas tajadas de sandía, higos, unas uvas….. Todos los fragmentos gritan ¡milord, milord! ¡cariño! ¡milordcito de mi corazón y de mi figueta! ¡aquí está tu senyoreta! y alguna otra expresión menos transcribible, armando una gran algarabía.

-¡The mother that you did have, Longface! Tráete una escoba y un cubo. ¿Pretendes que a mi edad me ponga a jugar a puzzles, bribón? ¿De dónde has sacado a estas girls? ¿No me dijiste que te las surtía el mismo marchante que tenía Berlusconi?

Antonio Envid

jueves, 24 de noviembre de 2011

EL ALUCINANTE Y ESCANDALOSO REGRESO DE MI TÍO VALENTÍN (del Blog de Babiluno)

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El día que palmó, a mi tío Valentín le quedaba tanta vida que la muerte no lo pudo matar del todo. De hecho, es la única persona que conozco que ha estado en el cielo y ha vuelto para contarlo. Hace unos días, sin ir más lejos, se presentó de nuevo en casa de mi tía para comer. No lo pudo hacer de cuerpo presente como a mi tío le hubiera gustado porque mi tía, que barruntaba su regreso, se había empeñado en dejarle bien incinerado. Aun así, mi tío Valentín volvió. Con dos cojones. Justo a la hora de comer.

Lo reconozco. A mi tío le achicharramos en un horno como si fuéramos bárbaros. Si por nosotros hubiera sido, le habríamos enterrado en un hoyo como dios manda, pero nadie se atrevió a contradecir a mi tía. “¡Al fuego y que no se hable más!”, dijo en plan sargento. “¡El sinvergüenza de vuestro tío no volverá a ponerme los cuernos ni en esta vida ni en ninguna otra!”. Fue su última palabra, así que al apuesto de mi tío Valentín le enviamos al cielo hecho unos zorros para que las ninfas celestiales no se fijaran en él. Fue la voluntad de una mujer despechada. Amén.

A mi tío Valentín le quemamos el mismo día que se despidió de todos en la cama del hospital. “Hasta luego, familia”, dijo en un tono jovial, y se quedó tieso con los ojos abiertos como platos. Todos nos miramos perplejos sin saber qué hacer. Lo que pasó después, es difícil de contar sin sentir un escalofrío. Cuando mi tía se estaba acercando para cerrarle los ojos, mi tío Valentín, sacudido por un coletazo de vida, levantó una mano y la mantuvo suspendida con el dedo índice extendido. Todos dimos un grito y nos quedamos mirando el dedo que se empezó a mover lentamente como la luz de un faro. Con la cadencia serena de un muerto, nos fue apuntando uno a uno, mientras nosotros, en medio de un fenomenal revuelo, buscábamos un escondite por la habitación como si nos fuera a disparar, hasta que, finalmente, el dedo acusador se paró señalando a mi tía. Después, mi tío Valentín se llevó la mano muerta a la cara y él mismo se cerró suavemente los ojos para quedarse tan quieto y estirado como al principio. “Asegúrese bien de que está muerto”, le dijo por tercera vez mi tía al médico que había acudido al timbre de avisos. “Señora, le puedo clavar un puñal en el corazón si quiere, pero le insisto que está más fiambre que mi abuela”, le contestó el facultativo. “Solo le digo que se asegure, que éste nos vuelve”.

Todos los familiares nos reunimos en la sala donde estaba el horno crematorio, esperando el momento solemne de la incineración de mi tío Valentín. Entró un empleado de la funeraria que parecía una fantasía animada. Tenía la inteligencia justa para pasar el día, pero hay que reconocer que cachondo era un rato. Se situó en mitad de la habitación y empezó a contar chistes y anécdotas, haciendo gala de un especial desparpajo. Al principio, a todos nos pareció que aquello estaba fuera de lugar. Sin embargo, poco a poco, nos fuimos sintiendo más cómodos. Francamente, aquel majadero nos ayudó a soltar toda la tensión acumulada. El ambiente se volvió tan desenfadado que hasta cantamos “es un muchacho excelente, es un muchacho excelente…”, agarrados como un equipo de fútbol. Más que una incineración, aquello parecía un fuego de campamentos. Después, el empleado cachondo, nos reunió junto al horno y comenzó una cuenta atrás que fue coreada por toda la familia. En pleno jolgorio, apretó el botón de ignición y sin mediar palabra, se fue rápidamente de la habitación pegando un portazo. El irreversible proceso de combustión se había iniciado. Toda la familia enmudecimos y nos miramos descolocados. Al portazo le sucedió el silencio más profundo que puedo recordar. Aunque después pudimos comprobar que aquella singular terapia festiva figuraba en la modalidad de contrato que habíamos firmado con la funeraria, la ceremonia nos dejaría a todos un sabor de boca tan extraño que nunca más hemos vuelto a comentar aquel episodio. Eso sí, a mí no me pillan en otro entierro con animador ni por casualidad.

El horno se puso inmediatamente al rojo vivo y mi tía se aplastó contra el ojo de buey para no perderse nada. Había solicitado expresamente que metieran a mi tío en el horno sin caja para evitar gastos inútiles. Yo, sinceramente pienso que mi tía no lo hizo por ahorrar, sino para deleitarse contemplando cómo todo el vigor muscular que mi tío había entregado tan generosamente a cualquier hembra que no fuera ella, se convertía en puñeteras cenizas. No hace falta decir que a los demás ni se nos ocurrió acercarnos al ventanuco. Es más, el calor empezó a ser tan intenso que nos tuvimos que separar unos cuantos metros del horno para no terminar como una patata frita. Sin embargo, mi tía aguantó abrazada al volcán como una campeona. Tan entusiasmada estaba, que ni se dio cuenta de que se estaba quedando pegada al cristal. Todos sabíamos lo que pasaba por su cabeza y nadie tuvo narices de interrumpir su momento. “¡Espectacular!, ¡grandioso!, ¡más...más…!”, gritaba enloquecida mientras se restregaba contra el horno abrasador. ¡Cómo la gozó! Yo creo que tuvo el orgasmo que siempre le negó mi tío en vida. No exagero. Hubo que utilizar la rasqueta para separarla del ojo de buey y todavía gemía de placer. En mitad de sus voluptuosas sacudidas, ni se podía imaginar que su marido, perfectamente incinerado, volvería para pedirle explicaciones por la sopita de cocido envenenada que, días atrás, le había servido para comer.

El primer impulso de mi tío Valentín cuando llegó al cielo, fue volver a la tierra para sacarle los ojos a su mujer, pero un santo bastante enrollado le hizo comprender que la venganza le haría un desgraciado para toda la eternidad. Aquel santo fluorescente le aconsejó volver para perdonar y alcanzar su mismo sosiego espiritual. Plenamente convencido, mi tío decidió regresar con la intención de escuchar tranquilamente a su mujer y echar pelillos a la mar. Al fin y al cabo, le esperaba la felicidad perpetua de todos los santos.

Las cenizas de mi tío Valentín se amontonaron cuidadosamente sobre una silla junto a la mesa del comedor. El gran Houdini hubiera vendido su alma al diablo por conocer el truco de semejante prodigio. El caso es que no había truco. Sencillamente, mi tío se había colado por una rendija de la puerta y se había apilado en una silla para esperar a mi tía. Echó un vistazo a su alrededor y se emocionó al volver a ver la foto de su boda colgada en la pared. Se fijó en la mata de pelo que lucía y se avergonzó. Ahora no era más que una montañita de polvo. Eso sí, podría competir con las cenizas del puro habano más selecto del mercado y seguiría siendo el rey, pero ya no era lo mismo. En cuanto a su mujer, nunca estuvo más guapa que entonces. Suspiró profundamente y echó de menos la época del pelo.

Escuchó la cerradura de la puerta. Su mujer estaba entrando en casa. ¡Tenían tantas cosas de que hablar! Ansioso, pensó que lo mejor sería comportarse de la forma más natural y campechana posible. Cuando mi tía entró en el comedor, la montañita de residuos orgánicos que estaba apelotonada sobre la silla, la saludó como si nada: “Hola, pichoncito. Vengo con un hambre que me muero. ¿No te quedará algo de la sopita del otro día?”, y le guiño un ojo en un gesto de complicidad que pasó totalmente desapercibido.

Mi tía se puso roja de pura rabia y soltó un chillido grandioso. Su presión sanguínea aumentó tanto que todas las ampollas y quemaduras que llevaba en la cara, se le reventaron a la vez, poniendo perdidas las cuatro paredes del comedor. ¡¡Otra vez tú, maldito!! berreó con la voz gutural de un zombi escapado de una película de dos rombos. Entonces, se agarró los bajos de la falda y salió echando leches del comedor mostrándole sus garrillas arqueadas y aquellos calcetines blancos de tenis que no se quitaba ni para dormir. Mi tío Valentín se quedó pasmado. Encogido sobre la silla, se puso a contemplar como un pegotillo viscoso resbalaba sin prisa por el cristal de la foto de la boda y le invadió una pena tan grande que en la época del pelo, hubiera roto a llorar como un niño. Retiró la mirada y pensó que, a lo mejor, no había sido tan buena idea regresar. De pronto, bajo el umbral de la puerta, apareció mi tía armada con un aspirador. Con el movimiento enérgico del rockero que pega un guitarrazo en un concierto heavy, mi tía puso en marcha el artefacto y al grito de “cerdo”, o más bien “¡¡¡¡¡cerdoooooooooooo!!!!!!”, cargó al galope contra la silla de mi tío Valentín quien se agarró, con lo que habían sido uñas y dientes, a la tapicería. Inevitablemente, el polvo fue engullido por el aspirador, que para eso se inventó. Mi tío Valentín, viéndose encerrado dentro de las tripas del monstruo mecánico, enloqueció como un poseído y convirtió el aspirador en un espasmódico obús de goma que, en medio de unos alaridos desgarradores, empezó a rebotar a la velocidad de un neutrino contra las paredes de la casa, destrozándolo todo a su paso. La insoportable escandalera duraría tres días completos.


Al tercer día, los vecinos ya no podían más y avisaron a la “Agrupación Pacífica con Antorchas” que decidió asaltar la vivienda de mi tía. Docenas de componentes de la asociación vecinal más burra del universo conocido, se reunieron en el portal y empezaron a subir las escaleras del edificio armados con palos y antorchas. Aunque mi tía se hizo fuerte dentro del piso y se defendió como una jabata, no pudo evitar que los vecinos encabronados superaran la barricada y tomaran la vivienda a la fuerza. Pero mi tía no se entregó. Cuando se vio sobrepasada, buscó la oportunidad de pasar inadvertida y se mezcló entre los cafres que estaban prendiendo fuego a su piso. Como un vecino más, cogió una antorcha y al grito de “¡a muerte, a muerte!”, se lió a quemar las cortinas de su propio salón con tanto ímpetu, que nadie dudó ni por un segundo que aquella chiflada pudiera no pertenecer al grupo de asaltantes. En seguida, las llamas fueron ganando terreno y hubo que escapar del piso. Mi tía fue la última persona en pisar la calle. Con su antorcha bien agarrada, levantó la cabeza y viendo salir el fuego por todas las ventanas de su vivienda, se sintió tan complacida que se marchó a celebrar la victoria con el resto de los vecinos, dejando dentro a mi tío Valentín que, por no querer morirse cuando tocaba, le terminaron quemando dos veces.
 
 
 
 
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