miércoles, 19 de octubre de 2011

ENTREMÉS DE LA DUQUESA CASTIZA (Antonio Envid Miñana)

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AEM


Salón de un vetusto palacio. Se oye un coro de niñas en la calle

¿De qué te ríes, niña, de qué te ríes?
Que no es Alfonso XII, ni Alfonso XIII
Qué es nada menos, niña, que Alfonso Diez

………….


DUQUESA -¡Bartola!

FÁMULA -Diga, señora duquesa

DUQUESA -Anda, cierra esa ventana, que tengo migraña. Y si antes de cerrarla se te cae una olla de agua sobre esas niñas, mejor. Compararnos con los Borbones, esos advenedizos. Cuando vino el primero, que era un segundón y lo mandó su abuelo aquí a matar el hambre, nosotros ya estábamos emparentados con las principales casas reinantes y los Austrias se honraban con llamarnos “primos”. No Digamos el Alfonsito XII ese,  que vino con una mano delante y otra detrás, y al trece lo largaron… ¡vaya! no sigamos que me pongo estupenda.

FÁMULA -Lo que mande la señora duquesa. (aparte) Es más castiza.



De pronto aparece en el salón un caballero antiguo. No se le ha visto entrar por ninguna puerta, ni mucho menos por la ventana, que acaba de cerrarla Bartola, la mucama. Va tocado con un sombrero montero adornado con una pluma de faisán. Calzas verdes y jubón de gayos colores, hebillas de plata en los zapatos. Buen porte, cara maligna, perilla en punta y bigotillo recortado. Hace una gentil reverencia a la duquesa.



DUQUESA -¡Hola! Mefis ¡Cuánto tiempo sin venir por aquí a dar la lata!

MEFISTÓFELES -Señora duquesa, usted me honra. Hace tiempo que le debo una visita, pero, ya sabe… las   ocupaciones…. Vengo a renovar el contrato, ya ha vencido la prórroga.

DUQUESA -¿Ya ha vencido? Pero, si fue hace poco que lo renovamos.

MEFISTÓFELES -¡Ay, señora duquesa! para todos pasa el tiempo, menos para usted, que está como siempre, igual de bella y rozagante.

DUQUESA -No me seas zalamero Mefis, que algo te traes entre manos

MEFISTÓFELES -Lo único que traigo entre manos es el contrato

DUQUESA -Pues bueno, se renueva por otros treinta años y ya está

MEFISTÓFELES -¿Otros treinta años más de vida? Señora duquesa, eso no puede ser, ya en la tercera prórroga se lo advertí…

DUQUESA -Mefis, no te hagas el estrecho. Te entrego mi alma a cambio.

MEFISTÓFELES -¿Su alma, señora duquesa? Con el debido respeto, últimamente las almas se cotizan a la baja. Con la crisis, no vea la cantidad de almas que me ofrecen. Por otra parte, qué quiere que le diga, su alma, digamos, no es precisamente la de Margarita, ya está un poco usada. ¿Algo más sustancioso a cambio, no puede ofrecerme?.

DUQUESA -Bueno, uno de mis doscientos títulos nobiliarios. Escoge el que quieras, menos el primero, que se me rebrincaría mi antepasada la Cayetana.

MEFISTÓFELES -Mil perdones, señora duquesa, pero es que los títulos nobiliarios hoy valen menos que los títulos de la Bolsa, qué ya es decir.

DUQUESA -¿Y si nos damos un achuchón y nos bailamos una rumbita? Y pelillos a la mar.


La duquesa lanza sus zapatos al aire, agarra a Mefistófeles y se marcan una rumba como Dios (¿) manda.

Por una puerta del salón asoma la cabeza Alfonso


DUQUESA.- Alfonso, cariño, pasa. Pasa y aprende, a ver si dejas de ser tan esaborio, hijo, que parece que te desayunes con un palo de escoba.

ALFONSO.- ¡Pero, qué castiza que eres, duquesa!



Antonio Envid.

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