sábado, 3 de septiembre de 2011

HABLEMOS DE PARO (Armando Bulla)

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SGS

Se ha repetido hasta la saciedad que hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas. La frase cobró fortuna porque es la percepción popular del mal uso que suele hacerse de los resultados estadísticos, pero es esencialmente inexacta. La estadística es una ciencia compleja que ha probado hasta la saciedad su fiabilidad. Otra cosa es que pueden plantearse mal los procedimientos para que salgan resultados sesgados al gusto del comitente, o, lo que es más común, que se utilicen sus resultados de forma torticera. Un ejemplo clásico: hay muchos más nacimientos en primavera que en cualquier otra época del año, por otra parte, en primavera vienen a España las cigüeñas (bueno, ahora muchas no se marchan de aquí). Si calculamos el índice de correlación de ambos acontecimientos encontraremos que es muy alto, de modo que podemos sostener con un argumento estadístico sólido que los niños los traen las cigüeñas.

Si en algún campo se han utilizado mal las estadísticas es en el tema del paro. Hay tantos registros (registro de parados, cotizantes a la seguridad social, encuesta de la población activa, registros de ayudas…) que con todos ellos podemos organizar un batiburrillo con el que no se aclare nadie. Las cifras más creíbles son las que arrojan la Encuesta de Población Activa (EPA), que, curiosamente, no se dedica a contar las personas que están sin trabajo, si no que sus resultados se infieren del tratamiento estadístico de una encuesta que se realiza entre unas 60.000 familias españolas. Sus resultados se publican trimestralmente, por lo que los últimos datos son los de junio de este año, y no recogen el efecto que haya podido tener en el empleo la buena temporada turística de julio y agosto.

Según los últimos datos de la EPA había en junio 18.330.000 ocupados de una población de activos de 23.136.700. Una sencilla operación nos indica que había un 79% de ocupados y un 21% de desocupados. Lo que no nos dice la estadística es porqué están desocupados. La mayoría, es obvio, nos dirán porque no encuentran trabajo; si preguntamos más, muchos nos dirán que no encuentran ningún trabajo, pero otra porción precisará que no encuentran el trabajo que desea (por su especialización, por la retribución, en una determinada ciudad, con un horario….) Incluso podemos oír a algún sincero que nos diga que se está muy bien sin trabajar,  y alguno nos informará de que nunca ha estado mejor que ahora, porque cobra un subsidio de paro y trabaja en la economía sumergida, libre de impuestos.

No quiero frivolizar sobre el grave asunto del paro, que es la peor  lacra social y el problema principal al que deben aplicarse nuestros dirigentes, porque una tasa de inactivos del 21% es indecente para un país. Pero a la vez es difícil de comprender que este número de parados no provoque fuertes revueltas y protestas sociales. Este tipo de preguntas no las contestan las estadísticas.

Me asombra que personas que ostentan cargos de responsabilidad inviten a nuestra juventud más preparada a que emigren a otros países de Europa; si perdemos este rico activo ¿a qué se va a dedicar España?  Me preocupa la poca eficacia de nuestras autoridades para descubrir y perseguir la economía sumergida (solo con cobrar los impuestos de esta economía, podríamos ahorrarnos tanta demagogia con los ricos: los verdaderamente ricos tienen sus patrimonios a buen recaudo en países más complacientes o los trasladan rápidamente *). Me preocupa el dato de que en el segundo semestre del año, que se comportó bien, se aumentara en 150.000 empleos, pero accedieran al mundo del trabajo 75.000 nuevos trabajadores; a este ritmo tardaremos más de quince años en absorber los parados.
Armando Bulla

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(*) ¿Cómo se saca el patrimonio al extranjero? El dinero, desde luego, no en maletines, sino mediante transferencias bancarias. ¿Y una finca? pues, con la misma facilidad, una sociedad constituida en un país X, la compra, al contado o a pagar en veinte años. Por supuesto, que hay fórmulas mucho más sofisticadas, pero no son para ser contadas, solo traigo estas notas para callar a los demagogos.

2 comentarios:

  1. D. Armando, usted que es hombre de números, ¿sabe si existe algún chalet en Sotogrande que no pertenezca a una sociedad domiciliada en Gibraltar?

    La Conchaparis

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  2. Interesante artículo. Yo soy de letras y en cuanto a temas estadísticos sólo recuerdo la estadística de probabilidades que estudié en COU (en la asignatura Matemática Lógica, muy interesante por cierto). Al final siempre está detrás la lógica aristotélica (corregida o matizada por el criticismo kantiano).
    Lo que tengo claro es que la estadística hecha profesionalmente tiene rigor lógico o científico. Otra cosa es la manipulación que luego se haga de sus resultados o –también, y en este caso, antes- la “trampa” que esconda su propio planteamiento. Pero por su propia naturaleza las estadísticas se prestan a la manipulación por estar mal hechas o, estándolo bien, leerlas mal.
    Por ejemplo: una estadística sobre la tendencia del voto. Es científica si sigue los criterios de la ciencia estadística. Lo que ocurre es que los datos que maneja no son sino "intenciones" de voto, no del censo sino de una muestra de él. Por eso son estadísticas inferenciales. En el caso, pues de la "intención" del voto toda conclusión que pretenda ir más allá de esa “intención” será inferencial, con mejor o peor fundamento.

    Si la estadística trata sobre datos del paro, que esta sí sería sobre “datos reales” y no sobre una muestra sino sobre el verdadero fenómeno objeto de análisis, los resultados serán ya no serán hipótesis sino verdaderas conclusiones científicas (a estas estádisticas, en oposición a las inferenciales se la llama"descriptivas"). Aquí en lo que habrá que estar atentos para que no nos den gato por liebre (o dato por fiebre), es a los campos que se manejen, pues dependiendo de los ellos las conclusiones (los resultados) podrán ser muy diferentes. O sea, esta es una estadística “descriptiva”, sí pero que no nos engañen: qué es lo que de verdad describe. Ahí radica el campo de batalla de la manipulación. Ahí es donde debemos estar atentos para que no nos engañen.
    Es que, es verdad, uno está harto de que le tomen tanto el pelo, como dice don Armando.
    Saludos.

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