sábado, 11 de junio de 2011

ABRÓTANO (Narciso de Alfonso)


SGS


-No encuentro mi lugar en el mundo, Cautela.
-Ni que fueras un armario. ¿Para qué quieres un lugar en el mundo?
-No sé, algo no encaja, falta algo, es la incómoda sensación de que este no es mi camino, de que estoy viviendo una vida que no es la mía.
-¿Y de quién es entonces, Abrótano?
-La vivo yo, pero no es mi vida, Cautela. En algún momento cogí el camino equivocado, o tome una decisión, no sé cuál, ni cuándo, que me puso en falso, y en falso sigo.
-¿No va a ser otra vez la próstata, Abrótano? Cuando empiezas con estas cosas siempre acaba siendo la próstata, acuérdate el verano pasado.
-Es la intensa sensación, casi la certeza, de que vivo y convivo con personas extrañas, ajenas a mí, que no me estaban destinadas, ni yo a ellas.
-No lo dirás por mí.
- Como si un buen día me hubiera subido a un tren sin destino, a un tren anónimo, no sé por qué, ni para qué, y después de veinte años aún siguiera montado en el mismo tren, y me diera cuenta de que no, de que ese no era yo, ni ese era mi tren, que en realidad yo me quedé en la estación, y allí sigo, esperando mi propio regreso para reunirme y reconocerme y retomar mi vida donde la dejé.
-Va a ser la próstata, Abrótano. Igualito que el verano pasado.
-¿Cómo regreso a la estación? El tren nunca se detiene, cada vez me aleja más de mí mismo, si me tiro del tren en marcha me mataré, o me quedaré solo y perdido en medio de la tundra helada.
-Esa la he visto. El doctor Zhivago. Cómo estaba Julie Christie en esa película, por dios. Lara, Lara se llamaba el personaje.
-El revisor sólo me dice: tenga paciencia, señor, que pronto llegaremos. Y los otros pasajeros me miran extrañados, como si hubiera perdido la razón, el otro día le dije a uno: mire, no quiero seguir viajando en este tren, no quiero seguir viajando con usted. Y me dijo: pues bájese en la siguiente estación.
-Pues eso, haberte bajado. El señor fue muy educado, Abrótano, reconócelo.
-Pero si el tren no se detiene nunca, nunca, jamás, Cautela, ¿lo comprendes?
-Bueno, más o menos. Algo de un tren. ¿No será aquella vez que cogiste el altaria y te encontraste con Termo y le preguntaste por su hija y te respondió que se había muerto hacía un mes? Volviste fatal de aquel viaje a Palencia, Abrótano, acuérdate.
-Sigo en la estación, el que era verdaderamente yo sigue en la estación, aguardando a que yo regrese, pero tal vez se está cansando de esperar tanto tiempo y cualquier día se marcha… entonces habré perdido mi última oportunidad. Entonces seré un pasajero más, enajenado, ya no recordaré que me estaba esperando a mí mismo en la estación, seré definitivamente otro pero ya nunca más lo sabré, porque al fin me sentiré yo mismo siendo en realidad otro.
-Te sigo, Abrótano, te sigo.
-Tal vez fue cuando murió el tío Pasmo. Lo quería tanto, lo admiraba tanto… recuerdo que entonces me dije que no importaba ya la vida que siguiera en adelante, que todas las vidas eran falsas, una mentira, una apariencia… sí, debió ser entonces cuando me subí al tren y me dejé a mi mismo en la estación…
- … en la estación, sí, que te sigo, Abrótano, que aunque esté haciendo calceta me entero de todo, como mi madre…
-Quizá aún tenga tiempo, quizá todavía pueda volver a la estación antes de que el verdadero yo se haya ido.
-Ni lo sueñes, cielo, así no sales de casa, y menos para ir a la estación.
-No tengo que volver atrás, sino confiar de nuevo en la vida, en mí mismo, en que una vida propia y personal y auténtica y mía es posible. Es sólo una decisión: tirarme del tren. Y voy a tomarla ahora.
-Abrótano, qué te pasa, dios mío, Abrótano, contesta… auxilio, mi marido no respira, llamen a una ambulancia, y a los bomberos… mi marido se ha caído del tren…

Narciso de Alfonso
Cuescos

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