lunes, 30 de mayo de 2011

ENTRE LAS RUINAS DEL CIELO (Servando Gotor)

SGS


SALÓN DEL MODERNO APARTAMENTO DE BERTA. MOBILIARIO MINIMALISTA, SI BIEN DESTACA UN CENTRO DE ROSAS ROJAS SOBRE UNA MESA DE FUMAR.  AL FONDO A LA DERECHA UNA PUERTA DE DOBLE HOJA Y CRISTAL ESMERILADO ESTÁ ENTREAVIERTA, DEJANDO VER PARTE DEL DORMITORIO CON LA CAMA SIN HACER FRENTE AL ESPECTADOR. LA CIUDAD PARECE VIGILARNOS. ES DE NOCHE Y SOBRE EL CIELO DESTACA UNA LUNA LLENA Y ROJIZA.

UN PIERROT, DANZA CUBRIENDO TODO EL ESCENARIO AL SON DE UNA MÚSICA DE FERIA HASTA QUE APARECEN BERTA Y LLUDUS BALLARD POR UN LATERAL, SIEMPRE AJENOS AL PIERROT, QUIEN SIN EMBARGO LOS SEGUIRA CON LA MIRADA DURANTE TODA LA ESCENA.  BERTA ACABA DE LEVANTARSE PARA RECIBIR A BALLARD Y LLEVA UN BREVE Y TRANSPARENTE CAMISÓN DE MUSOLINA AZUL CELESTE, BORDADO.  EN LA MUÑECA IZQUIERDA, SIETE PULSERAS DE PLATA CHOCAN ENTRE ELLAS A CADA MOVIMIENTO BRUSCO DE BERTA.  AUNQUE DESPEINADA, ESTÁ HERMOSA; ÉL TRAJEADO PERO DESALIÑADO,  EL NUDO DE LA CORBATA AFLOJADO Y HUMEDADES EN LA ROPA PUESTO QUE SE HA ACABA DE RESBALAR CAYENDO SOBRE UN CHARCO. 

 EL PIERROT NO HABLA Y SE DIRIGE A LA VENTANA SEÑALANDO LA LUNA:


CORO.

La luna estaba roja
Roja como la sangre

Y parecía un disparate
de´encías deleznables

(EL PIERROT se sienta en un lateral,
 y contempla la escena como un espectador más)

BALLARD.No sé, no sé qué tengo. Estoy deprimido y, además.
BERTA (sirviéndole una copa).  Toma, esto te sentará bien.
BALLARD.  Mala noche, mala. Hay días en los que uno.
BERTA (que ha reparado en el traje empapado). ¿Y esto?
BALLARD. Abajo, aquí mismo, un charco y.  Me he resbalado, mira, fíjate cómo voy.
BERTA. Anda, traé, quítate la chaqueta

(BALLARD aprovecha la proximidad de Berta para cogerla del brazo, pero ella le rechaza bruscamente, dejando oírse las siete pulseras de plata chocando entre sí,  y se aleja con la chaqueta tendiéndola sobre el respaldo de una silla. Él se sienta en el sofá).

BALLARD. Berta…
BERTA. No.
BALLARD. Por todo lo que tengo, por todo. Hoy te necesito más que nunca.
BERTA. Llegas siempre sin avisar, cuando te viene en gana, siempre. 
BALLARD. Pero hoy.  De verdad, Berta, he tenido un día tan malo que.
BERTA. No, Lludus, no insistas.
BALLARD. Nena, por lo que más quieras, pídeme lo que sea.
BERTA. Estoy agotada.
BALLARD. ¿Agotada…? ¡Ah! Qué frío, hace frío aquí… la noche está helada… ¿O es el viento…?  ¿Y la luna, has visto lo roja que está la luna, Berta? (Repara en las flores y hasta se levanta observándolas como hipnotizado). Dios, qué horribles, parecen de fuego. O de sangre... Qué frío, qué mal todo… (vuelve a sentarse).


(También Berta se sienta, pero alejada de él).

BERTA.  ¿Y un café, no te sentaría mejor un café?
BALLARD. No, Berta, no es un café lo que necesito.  Bésame.
BERTA. Lludus, por favor, basta.
BALLARD. Estoy mal, nena, muy mal… Pídeme lo que quieras, pídeme lo que quieras pero déjame besarte.

(Un silencio sostenido. BERTA se levanta, con sonrisa hipócrita
y ahora es ella quien se sirve una copa.  Vuelve a sentarse)

BERTA. ¿Lo que quiera lo que quiera?
BALLARD.  Lo que me pidas. Lo juro.


(BERTA vuelve a levantarse con sonrisa maliciosa
 Suena música de jazz. BALLARD la sigue ansioso con la mirada)

BERTA. ¿Seguro?
BALLARD. Lo juro.
BERTA. ¿Seguro seguro?
BALLARD. Palabra.

(BERTA se levanta de nuevo y desprendiéndose de la copa con un último trago, comienza a quitarse una a una las siete pulseras al ritmo de la música, al tiempo que se acerca a él, le quita el vaso de la mano y arrastrándolo por la corbata lo conduce al dormitorio. EL PIERROT se ha levantado de su sitio muy interesado por lo que ocurre y sigue a los dos de cerca, hasta que ya en el dormitorio él cerrará la dos hojas de la puerta, señalando, no obstante las siluetas de ambos tras el cristal esmerilado.  Se aprecia que Berta empuja a BALLARD hacia la cama y se lanza bruscamente sobre él, haciéndole el amor con pasión, casi con violencia.  EL PIERROT mira al público con complicidad y agitando la muñeca con la mano muerta para destacar la brutalidad del momento.  Al fin, el cuerpo de BERTA se deja caer sobre el de BALLARD.  EL PIERROT, hará un gesto cómplice de alivio, turnando siempre la sonrisa con la preocupación. BERTA y BALLARD se visten despacio y los veremos aparecer de nuevo en el salón.).


BERTA (pasea por el salón terminando de arreglarse y colocándose de nuevo las siete pulseras, una a una, bebe de su copa, se enciende un cigarrillo y ofrece otro a BALLARD). ¿Y bien?
BALLARD  ¿Y bien, qué? (Bebe).
BERTA. Lo prometido.
BALLARD (sigue en pie), Pide lo que quieras.
BERTA.  Mañana te habrás olividado.
BALLARD. No, lo juro.
BERTA. ¿Seguro?
BALLARD. Seguro.
BERTA. Bueno, pues quiero…  Quiero la casa.
BALLARD. ¿La casa?
BERTA. Sí, la casa de que te hablé, la de la montaña.
BALLARD. ¿La de la revista?
BERTA. La misma.  No la quiero a mi nombre, me basta con saber que la has comprado y que estrá a mi disposición…  

(BALLARD vacía de un solo trago su copa, se levanta y vuelve a servirse, pensativo y como extrañado…)

BALLARD. ¿Y él?
BERTA.  Quién.
BALLARD. Bob.
BERTA (riéndose se levanta y se sirve también una copa). ¿Bob?
BALLARD. Sí, Bob.
BERTA.  ¿Qué Bob?
BALLARD.  Vamos Berta, el tipo ese, el que nombras en sueños.
BERTA (sin parar de reír).  Bob (un largo silencio). Lludus, ¿puedo pedirte algo más, una cosa más?
BALLARD. Sí, con tal de que rompas con él.
BERTA (riéndose).  Así que era eso, ¿eh? Celos.  Ya me parecía a mí.  (BALLARD se abandona en el sillón avergonzado). Bien, no te preocupes, será imposible seguir con él si me das lo que voy a pedirte.
BALLARD. ¿Seguro?
BERTA. Seguro.

(Nuevo y largo silencio, BALLARD se levanta inquieto y EL PIERROT, que ha seguido esta última conversación ensimismado y con enorme preocupación, se muestra enormemente triste).  

CORO.
Roja como la sangre
Como la sangre roja…

Berta, Ballard, ¿sabéis como es la muerte? Azul…

La muerte es azul
de un azul claro e intenso como el cristal,
helada lluvia de insectos

BALLARD. Bien, dime, qué más quieres.
BERTA. Mátalo.

(Risas de Berta, que se disipan gradualmente al igual que la iluminación del escenario, hasta que queda completamente a oscuras y en silencio salvo la luna rojiza. Entre tanto, triste y cabizbajo, EL PIERROT se habrá ido retirando hasta la silla lateral desde la que ha contemplado la mayor parte de la escena y cae abatido sobre ella coincidiendo con el último resquicio de luz y la última reverberación de la risa de Berta.    TELÓN). 




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