miércoles, 13 de abril de 2011

EN LA TRASNOCHADA 46 (María Jesús Mayoral)






En Villamayor de Gállego, 12 de abril de 2011

Llevo unas cuantas trasnochadas despistada, mejor dicho, muy entretenida. La RAI nos ha obsequiado con cuatro nuevos capítulos del comisario italiano más célebre, y yo como buena seguidora me he aplicado a verlos en cuanto los ha colgado en su página web. Cuando digo célebre quiero decir que bate el record de audiencia en Italia. El comisario Salvo Montalbano es la réplica siciliana de nuestro Pepe Carvalho, el detective creado por Manuel Vázquez Montalbán. Una bonita historia la de estos dos protagonistas que cuento siempre que tengo ocasión en Italia; porque Salvo Montalbano, el personaje creado por el sarcástico Andrea Camilleri, lleva el apellido en honor a su amigo Vázquez Montalbán, del que tomó prestado su personaje para crear el suyo. Un apellido muy característico de la región siciliana, como tantos otros apellidos españoles que han acabado italianizados.

Confieso que soy poco o nada entusiasta de los estrenos televisivos; sin embargo en cuanto la RAI emite nuevos episodios del comisario Montalbano ya me estoy buscando la vida para hacerme con ellos. Y este entusiasmo me lleva a ver una y otra vez, casi obsesivamente, los nuevos capítulos y así llevo cuatro semanas con sus respectivas trasnochadas. Reconozco que lo mío es algo enfermizo. Y no sé qué me hechiza más si Camilleri, Montalbano, Sicilia, Luca Zingaretti (el magnífico actor que encarna a Montalbano) o todo el conjunto.

En una de mis estancias en Florencia hablando con Patrizia –mi patrona- y confesándome fan de Camilleri, sin tardar un minuto se levantó y fue a buscar su última novela. Me la dejó e intenté inútilmente leerla, perdiéndome una y otra vez en aquellos párrafos llenos de comillas y palabras en dialectal. El último día en el momento de la despedida devolví la novela a Patrizia. Te la regalo - me dijo poniéndomela en la mano de nuevo. Me pierdo, no soy capaz -le respondí. No me extraña, hasta yo me pierdo leyendo a Camilleri -me contestó riéndose.

En uno de mis viajes a Palermo se me ocurrió apuntarme a un curso de italiano, hacer un curso de italiano en Palermo no es muy ortodoxo que digamos; pero en mi caso resultó ser apasionante. Mi profesora se llamaba Sabina, me hizo una prueba para comprobar mi nivel de italiano y comenzamos a hablar de literatura italiana y siciliana en particular. Sorprendida de mis gustos literarios llamó a la otra profesora para hacerla partícipe de la conversación. Lo peor vino después, cuando empecé a asaetearlas con preguntas, a dar nombres y apellidos que ellas desconocían y a comentar libros que no habían oído en su vida. Siempre me paso dos pueblos, me lamenté para mis adentros. Me da rabia ser así de curiosa y soltar a saco nombres, apellidos, libros, novelas, personajes… Las dos profesoras eran jóvenes licenciadas en lengua italiana y lejos de mosquearse se afanaron en prepararse las clases para saciar mi curiosidad, que no era poca. Un día se presentó Sabina muy sonriente y me dio unas fotocopias para que las ojease, se trataba de los primeros capítulos de una novela de Montalbano. Vamos a leer a Camilleri –me dijo con sorna siciliana. No creo que pueda, me pierdo con las palabras dialectales –le dije. Sabina me enseñó a leer a Camilleri y desde entonces en cuanto llego a Italia y entro en una librería, me llevo cuanto me viene a la mano de este autor.
Durante mis vacaciones en las Eolias una italiana del norte, mientras me daba un chapuzón, me fisgó sutilmente el libro que había dejado en la tumbona; de pie y al borde de la piscina me preguntó sobre mis preferencias literarias italianas y españolas. Le respondí que me lo pasaba muy bien leyendo a Camilleri. ¿Lees a Camilleri en italiano? –me preguntó sorprendida. Asentí con la cabeza y me eché a reír. ¿Cómo puedes leer a Camilleri siendo española, si yo siendo italiana soy incapaz? –me volvió a inquirir. Le conté cómo se aplicó mi profesora siciliana en hacerme entender a Camilleri. Mi explicación la dejó más aliviada. En cuanto llegue a casa me pongo a leer a Camilleri, haré el esfuerzo, debo hacer el esfuerzo, no puede ser que tú lo leas y yo no –me dijo muy resuelta. Lo cierto es que esta escena tuvo su gracia. Yo clásica meridional bañándome y la otra clásica italiana rubia del norte interrogándome a pie de piscina; yo soltándole la historia de Pepe Carvalho y Vázquez Montalbán y los pocos italianos que quedaban, antes de retirarse para ir a la cena, haciendo oreja. Y es que me siento orgullosa de que Salvo Montalbano sea al cincuenta por ciento español, detalle que desconocen en Italia y que yo me empeño en hacerles saber.

Le voy a dar a Servando una dirección para que cuelgue un vídeo de la serie con la banda sonora.

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