lunes, 20 de septiembre de 2010

EL NEGRITO POLI (Antonio Envid)

SGS

De natural alegre y jovial caminar, venía hoy por la avenida, sin embargo, cabizbajo y casi arrastrando los pies. ¡Poli! le llamé y dirigió su mirada hacia mí esbozando una sonrisa. Él no se llamaba Poli, ni sabía porqué yo lo llamaba así. Los blancos tienen extrañas ideas. Su nombre era impronunciable y como parecía vivir en alguna de las callejas del barrio de San Pablo y era negro, pues, para mí: el negrito Poli. En mis tiempos de estudiante frecuentaba el Oasis, que se encontraba precisamente en ese barrio (aún sobrevive malamente), y allí actuaba un bailarín y humorista negro cubano que había adoptado como nombre artístico el de “Negrito Poli”. En el ambigú del teatrillo había tomado alguna copa  con aquel simpático artista y me saludaba cuando actuaba y me veía entre el público. En la cerrada Zaragoza de aquel tiempo un negro era una singularidad.
“Mal día, mal día”. Bah, no te preocupes Poli, ya sabes que la suerte cambia en un momento y hoy creo que va a ser bueno; tómate conmigo un vermut con tapa. “No vermú, si tapa” “¿Tapa-bocadiyo?”. Claro, hombre, claro, tapa-bocadillo. Yo sabía que  era un buen musulmán y no tomaba alcohol, pero, por broma, siempre le invitaba a vermut. ¡Un bocadillo de tortilla para mi amigo! También habría rechazado el jamón a pesar de que quizá llevase dos días sin comer. Se comió el bocadillo en dos bocados.
“Mal día, no vendido nada. ¿Quierés buen reló?. Sacó toda la quincallería que llevaba. “Reló roles, muy bueno, made China autentico, bueno, bueno, yo no engañar a ti, amigo, ya sabes, reló muy bueno”. El hombre jovial de siempre había renacido, el comerciante de raza, de nacimiento, seguramente ya acompañaría de niño a su madre en sus trapicheos por los pueblos y barcazas del río Congo. Sus ojos se iluminaban, su sonrisa fluía, era su oficio. “Roles bueno y barato, diez euros”. Si hubiera aceptado el precio sin más lo habría defraudado. Esa no era forma de hacer negocios. Él era un profesional y lo menos que podía exigir es que su cliente estuviese a su altura, de modo que no me quedaba más remedio que regatear. Después de un rato de negociación me adjudiqué el inútil reloj por el excelente precio de cinco euros. “Reló para tu novia. Bonito y barato. Barato” Otra vez el jugueteo del regateo y otra soberbia adquisición por otros cinco euros. Se despidió alegre y digno.
Al rato lo vi. bajar por la calle con ágiles pasos de pantera. La avenida se abría a su alegre caminar. Todo su cuerpo se movía al ritmo de una inexistente música, sus pies trenzaban pasos inverosímiles de danzarín loco. El cielo y la tierra se movían con a él, y el sol  y los planetas y los paseantes y los coches y las farolas. Calzaba unas flamantes zapatillas Nike. Las zapatillas lo invadían todo, tan pronto estaban en el suelo, como sobre una farola o en la rama de un arbolillo, describiendo elegantes curvas en el espacio. Había invertido todo su capital, los diez euros que me había sacado, en unas Nike de imitación, pero nadie en el mundo era tan feliz como él en aquellos momentos.
No había hecho yo mala inversión con diez euros. Había comprado, momentáneamente, un puesto entre los dioses y el derecho a decidir si ese día era fausto o infausto. Además, Poli, me había enseñado el pleno significado de una frase que acababa de leer en una novela de Miklós Bánffy: “Solo podemos renunciar tranquilamente a lo que ya es nuestro, pero no a todo aquello que hemos tratado de alcanzar en vano”.


Antonio Envid.  

2 comentarios:

  1. Yo trabajé en el Oasis con él y en aquellos tiempos y dentro de lo que cabe, él triunfaba en el Oasis y si quieres que te diga la verdad, él me enseño varias poses para estar en escena que hasta ahora las he adoptado pues eran muy profesionales, como persona era verdadéramente agradable y en esos años no tenía que vender relojes ya que ganaba bastante bien, lástima que últimamente escuché que le iba muy mal e incluso padecía algo de alzhaimer, ¡Dios mío! a lo uno puede llegar, que Dios le dé más salúd.

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    1. Vicente, se agradecen mucho las noticias que nos das sobre el Negrito Poli y sobre ti mismo.

      Un saludo muy cordial. En los años 80 llegamos a comenzar el rodaje de una película sobre el Oasis, que al final -lamentablemente- no pudo terminarse, porque el laboratorio nos perdió algún carrete.

      Para mí es muy entrañable toda aquella Zaragoza (ya en los 80 era entrañable la de los 60).

      En fin, eso, muchas gracias, de nuevo

      Servando Gotor

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