martes, 27 de julio de 2010

Balconcillos 8


Un jazmín invertido, una campana de agua, un rubí líquido disuelto en sombras,  una aguja de aire y gas dormido, una piel de carnero tendida sobre el mundo, una hoja de álamo inmensamente dulce. Wow, el bueno de pere gimferrer no nos permite siquiera tomar un poco de aliento al inicio del poema: va directamente al grano, a esas imágenes que cortan la respiración, una detrás de otra, sin cansancio ni descanso.

Pasado el planisferio, la tumba abierta de un niño: venid todos, murió en noviembre y llueve en su piel blanca. Ay, el corazón magnético y el vientre tibio de la noche.

¿Puedes ver desde tu balconcillo esas escenas de goya en las que están amontonados, gimiendo, con bebés y bayonetas, bajo cielos de cemento, en un paisaje abstracto de palos secos, cadáveres y gallos carnívoros? ¿Acaso oyes el galope de los cascos del centauro sobre el duro césped del hipódromo? Mmmm. Como de la viuda de phlaccus o del profesor cheetah -y su esposa- me temo que, en tiempos venideros, solamente recordarán de ti una rodaja de limón y, tal vez, un mordido y ya duro pastelillo de
almendras.

Sube a estos balconcillos y asómate para mirar el río, la luz del sol, el verano o  la nada de la conciencia. Puedes ver (detenidamente) a todos los que han venido este domingo por la tarde a la orilla del Sena, en la isla de la grande jatte: despreocupados, como si estuviesen libres del tiempo y de la tumba. Es domingo para siempre, y verano.

Mientras tanto, el topo avanza en sus ensueños subterráneos hasta donde comienza la región de las brumas: ciudades congeladas, catedrales de sal y el oro viejo del sol decapitado.

Si estás atento, verás cómo se encoge el fumador de universal ceniza, o al lunes sujeto por seis frenos, los secretos caracoles y la punta donde se agarra uno con guantes.

Lo diré, como el poeta, de otra manera: tal vez puedas ver a los caminantes suegros, a los cuñados en misión sonora o a los yernos por vía ingratísima: en suma: toda la gracia caballar andando.

Todavía, como el poeta, se puede decir de otra manera: ni cuadrada pólvora ni letales plátanos, sino comer de memoria buena carne y un pedazo de queso con gusanos hembra, gusanos macho y gusanos muertos. Espero que, con tantas oportunidades para entender, lo hayas conseguido, porque, en esta ocasión, al poeta no podemos pedirle más.

Loqasto

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