martes, 29 de junio de 2010

VELEIDOSA FORTUNA (Antonio Envid)


¡El muy cabrón! Pasa por mi lado sin saludarme. No, no es que no me salude, es que ni me ve. Ahí va con su pinta de macarrilla. El pelo engominado y las gafas oscuras de rayban, que le dan ese aspecto de insecto agrario, de escarabajo pelotero, eso… escarabajo pelotero. ¡Las veces que lo he tenido en mi despacho rogándome, suplicándome una contrata! Déme ese proyecto don Manuel, lo necesito. Le mejoro el presupuesto más bajo que tenga. Le haré una bonificación del cinco por ciento, como usted quiera. Insinuando, sin atreverse a dar el último paso, sin llegar a decir: le ingreso en la cuenta que usted me diga el cinco por ciento. ¡Qué elemento! Con el fracaso del ladrillo habrá vuelto a lo de siempre, a su antiguo negocio, a regentar ese puticlub de carretera que tenía, a explotar a esa docena de desgraciadas. A ver, niñas, atender bien a don Manuel. Tú, Tatiana, atiéndeme al señor. Lo que él quiera, cualquier deseo, es un buen amigo. Tú, Ivan, ponle un güisqui, Un glenrroders con dos hielos ¿verdad, don Manuel? O prefiere un bifiter con tónica u otra cosa….Espéreme un momento mientras subo a la oficina a buscar los presupuestos, será un momento nada más. Y ahora, ya lo ves, ni me ve, podría mirar a través mío como si mirara a través de un cristal. Eso es lo que tiene la cola del paro, que te vuelve invisible.

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