Hoy voy a estrenar esta lencería tan fina que compré, me encuentro un poco baja de tono. Sí, cariño, ya sé que, quizá, esté un poco mayor para llevar estos encajes, pero ¿qué quieres? necesito combatir la murria. No te impacientes, saldremos cuando esté arreglada, no voy a salir a la calle con unas zapatillas taloneras y una bata de boatiné y con los bigudíes en el pelo, como algunas del barrio. Sí, claro, ya sé que el portero cotorrea, que si voy a la compra arreglada y enjoyada como si fuera a una fiesta, que qué me habré creído, que si desciendo de los Siete Pares de Francia… Será mejor ir como su mujer, con una colilla eterna a punto de caérsele de la boca y con unos pelos como una bruja. Vaya vecindario que tengo, porque el resto de las vecinas no son mucho más presentables que madame la concierge. No te pongas nervioso, que no por eso voy a terminar antes. Mira las medias, de costura, que son las elegantes, con la costura recta, dibujado una línea que continúa en los tacones. Ya no puedo llevar aquellos tacones de diez centímetros, de aguja, que llevaba de joven, pero desde luego, mientras pueda: zapatos con tacones. Solamente yo sé cómo me duelen los pies. ¿Qué tiempo hará?, con este tiempo tan revuelto, sales por la mañana y tienes frío y en un par de horas te achicharras. En fin, me pondré esta blusita que me cae tan bien y aquella faldita y algo para echarme por los hombros. Ya sabes que todavía tengo que pintarme y ponerme las pulseras y el collar, así que tú, cariño, tranquilo….
-¡Señora, qué quite su chucho los hocicos de los gladiolos! Me los está estropeando.
-¡Caballero, qué mi perro no es un chucho! sino un perro muy sensible, por eso huele las flores, pero, delicadamente, y muy educado; más educado que muchas personas. Desde luego, más educado que usted. ¡Vamos, cariño, ven aquí! Qué este señor tiene muy mal genio….. Hay que ver, cómo es la gente. ¡Qué bien vivimos tú y yo solos, en buena compañía, sin tener que soportar a ningún zafio de los que pululan por ahí! Anda, vamos…
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