lunes, 15 de febrero de 2010

EN LA TRASNOCHADA 8 (María Jesús Mayoral Roche)


Villamayor de Gállego, 12 de febrero de 2010

En esta trasnochada quiero hacer un acto de contrición, llevo tiempo luchando, conteniendo ese ramalazo soberbioso que me sobreviene cuando entablo la lucha dialéctica y debo confesar que no lo consigo. Debería aprender a estar callada y aprender a tragar lo que oigo; pero eso de tragar no me va, mejor sería aprender a engullir. Hay cosas que no soporto: una es la mala educación, mejor dicho, los malos modos. Digo malos modos, porque en estos tiempos que corren la educación brilla por su ausencia.

No soporto la gente que golpea la mesa cuando habla, la gente que invade el espacio ajeno para hacerse ver, que bracea para no decir nada con el fin de hacerse notar; no soporto los gritos, las conversaciones a banda de seis personas y tres discusiones a la vez. Lo peor de todo esto es el día a día en una sociedad que está al borde de un ataque de nervios y a ratos conmocionada.

En la peluquería, un profesional del ramo me comentó que el concepto de peluquería estaba cambiando, que ahora englobaba un todo. Añadió que desde su página http://www.egogloss.com/, él defendía la idea de un estilismo total, protocolo incluido. Le pregunté: ¿Qué necesidad hay del protocolo en estos tiempos? Él, que es un hombre de mundo, añadió que el protocolo en cuestión de estilo era fundamental. No quise entrar en ese debate dialéctico que tanto me caracteriza, más que nada porque el ruido de los secadores interrumpía el ritmo de la conversación.

En mi sincera opinión, hoy en día ni siquiera queda gente educada, tan sólo hay gente correcta. La educación se ha perdido, y cuando digo se ha perdido lo digo con conocimiento de causa. Los hay que no saludan cuando entran en una consulta médica, en el ascensor, en un taxi… Pero esto, no nos engañemos, sólo pasa en España. En el mundo entero por la mañana la gente sonríe y te regala los buenos días. Sé que estas palabras no gustarán a mis lectores, pero desgraciadamente es la realidad.

La vida me ha llevado por muchos derroteros, por muchos lugares, algunos variopintos, otros muy elegantes, selectos. Donde más se ve la educación y el saber estar es a la hora de comer. Que conste que en este punto yo me considero bastante vulgar, entre otras cosas, porque disfruto comiendo y la gente con pedigrí no prueba bocado: picotea y poco más. Para mí comer y comer bien es todo un placer. Decir también que, cuando quiero, sé comer a punta de cuchillo y tenedor; pero sólo cuando las cosas se ponen serias, comidas muy formales, silenciosas, y por lo general con la cultura como protagonista. Ocurre también que en estas comidas se habla mucho y se bebe, pero apenas se mastica. Digamos que no disfruto de la comida pero me sacia la conversación, que de eso es de lo que se trata. Más, en estos tiempos en los que apenas se encuentra gente con la que hablar de Literatura, Arte, Filosofía…

Y a estas horas de la noche me pregunto de qué sirve el protocolo cuando la educación se ha esfumado y se han impuesto como norma general las salidas de tono. Lo que más siento es que esa conversación placentera en torno a un café y un cigarro haya desaparecido por completo, y por contra todos quieran sentirse escuchados, oídos, atendidos… Y para ello gritan, bracean, golpean la mesa. Echo de menos las buenas conversaciones, aquellas en las que aprendía tanto o más que leyendo un libro. Porque la conversación es un arte, un disfrute. En fin, aprenderemos a estar callados y a escuchar los ruidos de fondo; aunque últimamente he conocido el secreto de cómo disfrutar con mis soliloquios en compañía de un buen vaso de vino tinto.

3 comentarios:

  1. Nota:

    "Un banquete ateniense constaba de dos partes: el deipnon o syndeipnon (la comida) y el potos o sympotos (la bebida en común), que venía a continuación. Durante esta segunda parte los comensales, o mejor dicho, 'cobebedores', animados por el vino, pronunciaban discursos, cantaban canciones de mesa o se divertían simplemente de acuerdo con el programa que fijaba el symposiarchos (el presidente del banquete)... Si bien estos symposia degeneraban por lo común en orgía, eran en ocasiones como la presente, motivo para que se desplegase el más refinado ingenio y se tratasen los temas más elevados,como nos lo muestra la literatura simposiaca, que, arrancando de Platón y Jenofonte, es cultivada aún por Plutarco y Ateneo..." (Luis Gil, en una nota al Banquete de Platón, Ediciones Orbis, 1.983).

    María Jesús, primero alabas el sym-potos, a lo que yo me apunto. Y luego, el "potos" (o sea, la libación a solas, también muy recomendable, al menos de vez en cuando).

    Pienso dos cosas:

    1ª Que a estos tiempos de uniformidad y mala educación sólo les faltaba la prohibición del alcohol y el tabaco (¡ay, si los griegos hubieran conocido el humo...!).

    2ª Que el próximo potos que te marques, no te olvides de autorretratarte con ese fenomenal teléfono que siempre te acompaña. Quedaría muy bien en esta barricada, como testimonio reivindicativo. Saludable. ;-)

    Bromas aparte, me ha gustado esta trasnochada, claro.

    Servando

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  2. Servando,a lo que más nos apuntamos los dos, junto con la Concha París es a los güevos fritos.
    María Jesús Mayoral

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  3. Lo que si está claro, es que la educación es España se ha perdido. Un valor a la baja...

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